
“Yo no me rindo porque mis hijos me necesitan”: el testimonio desgarrador de una madre cubana con cáncer que lucha contra el abandono institucional
Ailín González Rodríguez no es solo una paciente oncológica: es una madre cubana con cinco hijos, dos de ellos con el síndrome de «niños panda», y una mujer que ha sido empujada al límite por un sistema de salud que, en lugar de protegerla, la ha dejado sola ante el dolor, la incertidumbre y la negligencia.
En un extenso y crudo testimonio que hizo público a través de un audio enviado a la redacción de ClickCuba, Ailín narra su calvario: el abandono médico, la falta de medicamentos esenciales, las humillaciones por parte de profesionales de la salud y la constante lucha por mantenerse con vida mientras cuida a sus hijos en condiciones precarias.
«Yo no pretendo ser heroína. Pero tampoco puedo rendirme. Porque mis hijos me necesitan», dice con una voz quebrada por la desesperación, pero firme en su decisión de seguir denunciando hasta que algo cambie.
Una cadena de errores y abandono
Todo comenzó con la detección de un nódulo en uno de sus senos. Ailín se dio cuenta por casualidad, al rascarse durante la pandemia. La atención médica se demoró más de un mes, tiempo en el que no pudo encontrar un médico en su consultorio local. Por iniciativa propia, logró hacerse una ecografía y luego una biopsia. Lo que vino después fue un diagnóstico de carcinoma invasor que desembocó en una mastectomía.
Pero incluso en ese momento crucial, el acompañamiento institucional fue mínimo o nulo. Se curó ella misma con una pinza frente al espejo. Solo una enfermera la visitó dos veces tras la cirugía. No hubo seguimiento médico. No hubo visitas del equipo atención de primaria. “Me dejaban sola, con mis heridas abiertas y mis niños llorando”, relata.
Niños olvidados por el sistema
Dos de sus hijos, Alexander y Analia, padecen el síndrome de “niño panda”, una condición que requiere seguimiento neurológico y acceso constante a medicamentos específicos. No han recibido ni una parte mínima del tratamiento que necesitan. Alexander, por ejemplo, requiere mensatécnica cada 21 días, un medicamento que lleva meses sin aparecer. Ambos necesitan fisioterapia, chequeos periódicos, alimentación especial y antibióticos específicos que simplemente no existen en las farmacias.
La más pequeña, que aún no ha sido diagnosticada con el síndrome, presenta arritmias y otras señales preocupantes. Ailín teme que pueda estar desarrollando síntomas similares, pero tampoco ha podido obtener un diagnóstico certero.
Una madre que se convierte en enfermera, doctora y escudo.
Ailín ha tenido que asumir roles para los que no estaba preparada: es quien cura las heridas de sus hijos, canaliza venas, limpia abscesos, compra jeringuillas y hasta consigue agua de inyección en clínicas veterinarias para poder medicar a su hija con penicilina. Todo con sus propios recursos, en medio de la pobreza, la enfermedad y la desesperación.
“No hay jeringuillas, no hay alcohol, no hay medicamentos, no hay médicos, no hay empatía”, denuncia. «Y encima te humillan. Te hacen sentir que estás loca por exigir vivir».
De la negación al maltrato institucional
El relato se vuelve aún más alarmante cuando describe cómo fue tratada por la mastóloga Ileana, quien minimizó sus síntomas, la desestimó sin realizar estudios complementarios y llegó a decirle que la secreción verdosa que expulsaba su mamá era “leche atrasada”.
La situación llegó al extremo de que, tras una nueva revisión en el Instituto Nacional de Oncología en La Habana, un especialista llegó a sugerir que Ailín padecía el “síndrome de Angelina Jolie” y que necesitaba ayuda psiquiátrica. Le negaron la posibilidad de realizar estudios cruciales. Dormía en bancos, sin comida ni agua, para poder ser atendida.
La angustia se mezcla con indignación cuando recuerda que algunos médicos “prefieren especular con cinco minutos de consulta antes de escuchar al paciente y hacer un análisis básico”.
La lucha por una cirugía que aún no llega
Hoy, Ailín está a la espera de una segunda mastectomía. Luego de semanas de reclamos y denuncias públicas, la Dirección Provincial de Salud ha accedido a hacerle un cheque para considerar la intervención. Mientras tanto, su quimioterapia ha sido suspendida, el cáncer sigue avanzando y su cuerpo se debilita.
A pesar de todo, sigue en pie. «No voy a parar de denunciar ni de publicar cada cosa que han hecho conmigo. Me llevaron a este punto. Ahora para pararme tienen que resolverme el problema», advierte.
Un grito que no puede ser ignorado
El caso de Ailín González Rodríguez expone con crudeza la realidad de muchas madres cubanas que enfrentan enfermedades graves sin respaldo institucional, en un sistema sanitario que colapsa bajo el peso de la ineficiencia, la falta de recursos y el desinterés burocrático.
«Yo no quiero que me regalen nada. Solo quiero vivir para cuidar a mis hijos. Pero si tengo que morir, que se sepa quiénes me dejaron morir», dice con una fuerza que conmueve.
Desde ClickCuba, hacemos un llamado urgente a las autoridades de salud en Villa Clara y a las instituciones nacionales para que atiendan con inmediatez este caso. Porque ninguna madre debería luchar sola por su vida y la de sus hijos en un país que se jacta de tener un sistema de salud universal.







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