
El régimen intenta desviar la atención tras la protesta en Río Cauto
La detención violenta de Mayelín Carrasco Álvarez y la respuesta inmediata de la población de Río Cauto, que salió a exigir su liberación, han sido un hecho inusual en Cuba, donde el miedo a la represión suele paralizar cualquier intento de protesta. Sin embargo, lo que ocurrió el viernes 7 de marzo marcó un punto de quiebre momentáneo: el pueblo se hartó del abuso, del hambre y de la injusticia.
En un intento por controlar la narrativa y desactivar el descontento popular, las autoridades provinciales, encabezadas por Yudelkis Ortiz Barceló, primera secretaria del Partido en Granma, y la gobernadora Yanetsy Terry Gutiérrez, se presentaron ante Mayelín Carrasco. A través de una publicación en redes sociales, Ortiz Barceló intentó minimizar lo ocurrido y tergiversar la realidad, asegurando que Mayelín fue utilizada como «carne de cañón de los odiadores» y que ahora se encuentra «muy arrepentida» por su forma de actuar.
La manipulación en estas declaraciones es evidente. Primero, se intenta desligar el descontento de la población de la situación real del país y atribuirlo a «incitadores externos», una estrategia que el régimen usa constantemente para deslegitimar cualquier expresión de malestar social. Se omite que la protesta fue espontánea, impulsada por la indignación ante la detención arbitraria de una madre que simplemente expresó su hartazgo ante la miseria.
Ortiz Barceló también recurre a la táctica de la culpabilización emocional al afirmar que Mayelín «sabe que las consecuencias de sus actos a quienes más afecta es a sus seres queridos y especialmente a sus hijos». Con esto, el régimen busca no solo justificar su represión, sino además sembrar el miedo en otras personas que podrían atreverse a levantar la voz. Es un mensaje claro: manifestarse contra el gobierno puede traer consecuencias para la familia.
El discurso oficial insiste en que «Cuba es un Estado de Derecho» y que para exigir derechos hay «otras vías y métodos». Sin embargo, la realidad muestra lo contrario: en Cuba no existen mecanismos efectivos para que los ciudadanos puedan reclamar sus derechos sin enfrentar represalias. La falta de libertad de expresión y el carácter represivo del Estado dejan a los ciudadanos sin opciones legítimas para canalizar sus demandas.
Las imágenes de Mayelín posando con las dirigentes del Partido después de haber sido violentamente detenida y humillada evidencian otro aspecto de la estrategia del régimen: la coacción y el control de daños. La exhibición pública de alguien que ha sido reprimido, con un discurso de arrepentimiento, forma parte de una estrategia de escarmiento dirigida a la población. No es un caso aislado, sino un patrón que se ha repetido innumerables veces para desmovilizar la resistencia ciudadana.
A pesar de este intento de manipulación, la protesta en Río Cauto envió un mensaje claro: el miedo ya no es una barrera infranqueable y el pueblo está cada vez más dispuesto a desafiar el control del régimen cuando la situación se vuelve insoportable. Aunque el gobierno trate de disfrazarlo con propaganda, los hechos hablan por sí solos: la gente está perdiendo el temor y exigiendo sus derechos.







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