
El “Kímico”: La droga que devasta a la juventud cubana y el silencio oficial
En las calles de La Habana, la crisis de drogas ha alcanzado un punto alarmante. Un video compartido recientemente en Facebook por el usuario Onier Ortega Pérez expone una escena impactante en el céntrico barrio de Egido, en La Habana Vieja: un hombre yace inconsciente en plena vía pública, rodeado de transeúntes que, sin saber cómo actuar, observan con incertidumbre. El texto que acompaña la publicación denuncia la falta de reconocimiento del Estado sobre la magnitud del problema y la ausencia de información en los medios oficiales sobre cómo brindar primeros auxilios a las víctimas.
Este no es un caso aislado. En los últimos meses, se ha reportado un aumento preocupante en el consumo de una droga conocida popularmente como kímico, una sustancia sintética altamente peligrosa que ha ganado terreno en las calles cubanas, afectando principalmente a los jóvenes. Su bajo costo y fácil acceso la han convertido en una opción letal para muchos, generando un problema de salud pública que las autoridades parecen ignorar.
El “Kímico”: una droga de alto riesgo
El kímico es una mezcla de sustancias químicas sintéticas que pueden incluir cannabinoides adulterados, sedantes y hasta productos tóxicos como raticidas. Su consumo provoca efectos devastadores en el sistema nervioso, generando pérdida de conciencia, convulsiones, parálisis momentánea y, en muchos casos, la muerte. Su impacto en la sociedad cubana es cada vez más evidente, con escenas como la del video viralizándose en redes sociales y generando una ola de preocupación entre los ciudadanos.
La negación del problema y la falta de respuesta estatal
A pesar de la gravedad del problema, el gobierno cubano sigue sin reconocer la crisis. Los medios de comunicación oficiales no abordan la emergencia de manera transparente y, según denuncias ciudadanas, tampoco se han implementado campañas de prevención efectivas. La falta de información y recursos para tratar estos casos deja a la población en una situación de vulnerabilidad, sin conocimientos básicos sobre cómo reaccionar ante una intoxicación por drogas.
En su publicación, Ortega Pérez cuestiona la falta de acción del régimen: “Tanto le duele reconocer al Estado que esto se trata ya de una epidemia y hay que decretar una emergencia?” Su denuncia refleja la frustración de muchos cubanos que han sido testigos de cómo esta sustancia destruye a su juventud mientras las autoridades mantienen un preocupante silencio.
Testimonios de una realidad que no se puede ocultar
En las calles de La Habana, es común escuchar relatos sobre los efectos devastadores del kímico. “Los muchachos lo están consumiendo sin saber realmente qué les están vendiendo. A veces caen inconscientes y nadie sabe qué hacer porque no hay información”, cuenta un residente del barrio de Centro Habana.
Los hospitales han comenzado a recibir más casos de intoxicaciones severas, pero la crisis económica y la falta de insumos médicos agravan la situación. “Muchos llegan sin signos vitales o en estado crítico. No siempre tenemos cómo atenderlos porque faltan medicamentos y equipos básicos”, revela un trabajador del sector salud que pidió anonimato por temor a represalias.
Una epidemia silenciada
Mientras el consumo de kímico sigue cobrando víctimas en las calles cubanas, el régimen mantiene su postura de censura sobre el tema, evitando reconocer la crisis y dejando a la sociedad sin herramientas para enfrentarla. Sin campañas de prevención, sin acceso a tratamientos adecuados y con una creciente desesperación entre los ciudadanos, Cuba se enfrenta a una epidemia silenciosa que amenaza con arrasar a una generación entera.
Las imágenes del hombre desplomado en plena calle, sin que nadie sepa cómo ayudarlo, son el reflejo de una realidad que el régimen no puede seguir ignorando. La pregunta sigue en el aire: ¿Cuántas vidas más se perderán antes de que el Estado cubano reconozca la emergencia?







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