En la Cuba de hoy, la lucha por la libertad y los derechos humanos sigue teniendo un alto precio. Lizandra Góngora, una madre cubana de 38 años, es uno de los rostros visibles de esta cruda realidad. Condenada a 14 años de prisión, su historia refleja el sacrificio de quienes alzan la voz contra la opresión, solo para encontrarse en un entorno de abusos y silencio.
Desde su encarcelamiento, Lizandra ha enfrentado un trato inhumano. Ha sido sometida a celdas de castigo, violencia física y acoso constante por parte de los oficiales penitenciarios. Las autoridades la acusan de conspirar con otras presas, en un claro intento de aislarla y quebrantar su espíritu. Como si esto no fuera suficiente, Lizandra fue trasladada a la Isla de la Juventud, una medida que la aleja aún más de su familia y de cualquier tipo de apoyo.
La situación de Lizandra es alarmante. En este momento, se encuentra incomunicada, y las pocas noticias que llegan desde la prisión son inquietantes. Su esposo, Ángel Delgado, fue informado de que los guardias no permitirían a Lizandra realizar su habitual llamada telefónica el martes. No se tiene más información sobre su estado actual, lo que aumenta la preocupación y el temor por su bienestar. Para cualquier persona, un día sin comunicación puede no parecer significativo. Sin embargo, para Lizandra, a quien solo se le permite llamar dos veces por semana, la negación de este derecho puede significar días, quizás semanas, sin contacto con el exterior.
Lizandra no solo es una presa política; es también madre de cinco hijos, tres de los cuales son menores de edad. Estos niños, privados del calor y la presencia de su madre, dependen de esas escasas llamadas para sentir que, a pesar de todo, su mamá sigue ahí. La voz de Lizandra es un puente entre ellos y la esperanza, una conexión vital que los mantiene fuertes frente a la adversidad. La incertidumbre y el miedo por la suerte de su madre los acompaña día a día, intensificando el dolor de la separación.
Hoy, más que nunca, exigimos que se le permita a Lizandra Góngora realizar sus llamadas telefónicas. No es solo un acto de compasión, sino un derecho fundamental. Pero no nos detendremos ahí. Queremos iniciar una campaña informativa que revele las penurias que enfrenta la familia de Lizandra, las luchas diarias para sobrevivir, los viajes agotadores a la Isla de la Juventud para verla, las demandas constantes por atención médica y las amenazas que no cesan.
Muchos aún recuerdan los cacerolazos que Lizandra, junto a sus hijos, realizaba cada día como símbolo de protesta. Ahora, esos mismos niños necesitan el apoyo de todos para sobrellevar la distancia y evitar sentirse desamparados. Utilizaremos el hashtag #LizandraJuntoASusHijosOtraVez para unificar nuestras voces y dar visibilidad a su causa. A través de esta campaña, esperamos no solo aliviar el sufrimiento de Lizandra y su familia, sino también recordar al mundo la lucha incansable de aquellos que, como ella, se atreven a desafiar la injusticia.
Lizandra Góngora es un ejemplo de valentía y resistencia. Es nuestra responsabilidad asegurarnos de que su voz no sea silenciada y que sus hijos sepan que no están solos. La libertad y los derechos humanos no deben ser un privilegio, sino un derecho para todos los cubanos.







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