Cuba cierra 2025 con una crisis sanitaria estructural: datos oficiales, colapso del sistema y una epidemia sin control

Cuba llega al cierre de 2025 con una situación epidemiológica marcada por el deterioro simultáneo del sistema de salud, el empobrecimiento sostenido de la población y un entorno ambiental que favorece la propagación de enfermedades infecciosas. Los datos disponibles, en su mayoría procedentes de fuentes oficiales del propio Estado cubano, describen un colapso sanitario de carácter estructural.

Un análisis elaborado para el Observatorio Cubano de Auditoría Ciudadana, a partir de estadísticas públicas y reportes institucionales, permite identificar varios factores clave que explican la gravedad del momento actual.

Un sistema de salud en retroceso sostenido

Entre 2021 y 2024, el sistema nacional de salud perdió 30.767 médicos, según cifras oficiales. El impacto ha sido especialmente severo en la atención primaria. En 2024 se contabilizaron 12.912 médicos de la familia, 14.623 menos que en 2023. La enfermería también registra una caída significativa: los 71.948 profesionales activos en 2024 representan una reducción de 15.035 respecto a 2021.

A esta contracción del personal se suma la pérdida de infraestructura. Comparando 2019, último año prepandémico, con 2024, el país perdió 7.144 camas hospitalarias, reduciendo de forma crítica la capacidad de respuesta ante emergencias sanitarias y brotes epidémicos.

Medicamentos: la escasez como norma

La falta de medicamentos ha dejado de ser un problema coyuntural. El Reporte de Medicamentos en Falta de BioCubaFarma, actualizado hasta enero de 2025, reconoce que de los 395 fármacos que debían suministrarse al Sistema Nacional de Salud, 255 no estaban disponibles. Esto equivale al 64,56 % del cuadro básico sin cobertura.

La escasez afecta tanto a enfermedades crónicas como a infecciones agudas, agravando cuadros clínicos que, en condiciones normales, serían tratables.

Inversión pública y abandono sanitario

Durante la última década, salud pública y asistencia social recibieron en promedio apenas el 2 % del total de las inversiones nacionales. En contraste, el sector turístico absorbió alrededor del 31,36 % en el mismo periodo.

Esta distribución de prioridades presupuestarias ayuda a explicar el deterioro de hospitales, policlínicos y programas de prevención, así como la pérdida acelerada de personal sanitario.

Entorno urbano y vulnerabilidad social

El deterioro de los servicios básicos agrava el riesgo epidemiológico. En La Habana se acumulan diariamente más de 7.600 metros cúbicos de desechos sólidos en espacios públicos. Solo se recoge el 68 % de la basura; el resto permanece en las calles, generando focos permanentes de infección y proliferación de vectores.

Al mismo tiempo, la precariedad alimentaria se ha intensificado. A finales de 2024, una familia de dos personas necesitaba más de 24.000 CUP mensuales solo para cubrir la alimentación básica, entre 12 y 15 veces el salario mínimo o una pensión básica. La combinación de malnutrición y estrés económico debilita la capacidad inmunológica de amplios sectores de la población.

Chikungunya y subregistro

En este contexto, la propagación de la chikungunya ha encontrado condiciones favorables. Autoridades cubanas han reconocido que más del 30 % de la población habría enfermado, lo que equivale a aproximadamente 2,9 millones de personas en un país con unos 9,7 millones de habitantes.

A partir de ese reconocimiento oficial, el Observatorio Cubano de Auditoría Ciudadana elaboró un escenario epidemiológico conservador. Incluso asumiendo una tasa de letalidad moderada del 0,3 %, el cálculo arroja una cifra estimada de al menos 8.700 fallecimientos asociados a la chikungunya. No se trata de un registro oficial de muertes, sino de una proyección basada en datos públicos y supuestos mínimos, que pone en evidencia la magnitud del posible subregistro.

Una crisis evitable

Un especialista en epidemiología residente en Cuba, entrevistado para esta investigación, lo resume con claridad:

«Con una población débil, un sistema de salud quebrado y todos los factores ambientales para la propagación, la epidemia está servida».

Lejos de ser consecuencia de un hecho aislado, la crisis sanitaria con la que Cuba cierra 2025 es el resultado de decisiones estructurales acumuladas durante años. Los propios datos oficiales, analizados en conjunto, muestran un sistema incapaz de proteger a la población frente a riesgos previsibles, mientras la falta de transparencia impide dimensionar con precisión el costo humano real.

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