Cuando la pobreza se disfraza de “carencia”: el diagnóstico incómodo de Pedro Monreal sobre la economía cubana

El economista Pedro Monreal vuelve a poner el foco en uno de los núcleos más sensibles del colapso económico cubano: la negativa del poder a reconocer la pobreza como un fenómeno político y estructural, sustituyéndola por un relato de “carencias” supuestamente impuestas desde el exterior. En su análisis más reciente, Monreal desmonta esa narrativa y expone cómo las propias decisiones de política económica han producido y reproducido pobreza de manera sistemática.

Según el economista, reducir la pobreza a un problema de carencias materiales no es un error técnico inocente, sino una operación política. La carencia es presentada como algo coyuntural, casi accidental, mientras que la pobreza implica exclusión social, desigualdad y relaciones de poder. Al negar el concepto, el Estado se exime de responsabilidad. No hay pobres, solo “vulnerables”, y la vulnerabilidad —a diferencia de la pobreza— no exige rendición de cuentas ni cambios estructurales.

Monreal subraya que el problema no es solo que no se mida la pobreza en Cuba, sino que ni siquiera se admita como una realidad interna. El término aparece únicamente como parte de un “relato adversario” atribuido al exterior, como si se tratara de una construcción retórica ajena al país. Esa negación impide debatir causas, diseñar políticas públicas coherentes y evaluar resultados.

Uno de los puntos centrales del análisis es el impacto del llamado “ordenamiento” económico iniciado en 2021. Lejos de corregir distorsiones, estas reformas y sus parches posteriores masificaron la pobreza. Monreal muestra cómo la distribución primaria del ingreso adoptó un sesgo claramente antiobrero: la participación de los salarios en el PIB se comprimió, mientras crecía de forma notable el excedente bruto de operación, es decir, los ingresos asociados a empresas y actores económicos. En términos simples, el trabajo perdió peso y el capital —fundamentalmente estatal y paraestatal— ganó terreno.

Las cifras oficiales refuerzan esa lectura. El salario estatal medio mensual, que ronda los 6.700 pesos, está completamente desconectado del costo real de la vida, que diversos especialistas sitúan en decenas de miles de pesos mensuales para cubrir una canasta básica. La brecha entre ingresos y precios no es un accidente del mercado, sino el resultado directo de políticas salariales decididas desde el poder, en un país donde el Estado sigue siendo el principal empleador.

A ello se suma la redistribución secundaria del ingreso, vía presupuesto. Monreal señala que el “espacio fiscal” destinado al gasto social se ha reducido de forma drástica. Entre 2008 y 2024, el peso relativo de la educación cayó un 62 %, el de la salud y la asistencia social un 50 %, y el de la seguridad social un 45 %. En contraste, el gasto en administración pública y seguridad nacional aumentó un 17 %. Las prioridades están claras y no favorecen precisamente el bienestar de la población.

El economista va más allá y plantea una idea especialmente inquietante: el empobrecimiento masivo ha funcionado, de hecho, como un instrumento antiinflacionario. Al debilitar el poder adquisitivo de la mayoría, se contiene la demanda, facilitando una cierta “estabilización” macroeconómica a costa del deterioro social. Puede que no haya sido una política declarada, pero ha resultado “torcidamente efectiva”.

El cierre del análisis conecta economía y política de manera explícita. Para Monreal, toda exclusión social —y la pobreza lo es— está inevitablemente asociada a la exclusión política. Por eso insiste en que la erradicación de la pobreza no puede tratarse como un problema técnico ni como una consecuencia del “enemigo”, sino como un problema político esencialmente interno. Negarlo es prolongarlo.

En lugar de repetir consignas, el economista plantea dos preguntas que el poder evita: ¿existe hoy en Cuba un sistema político que bloquea una mejor distribución del ingreso? y ¿qué tipo de acción política inclusiva sería necesaria para revertir esta situación? Mientras esas preguntas sigan sin respuesta, la pobreza seguirá disfrazándose de carencia, y la política, empobreciéndose junto con la vida de millones de cubanos.

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