Régimen cubano expulsa a un sacerdote mexicano por hacer sonar las campanas durante una protesta en La Habana

El régimen cubano ha expulsado del país al sacerdote mexicano José Miguel Ramírez, después de que hiciera sonar las campanas de la iglesia Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, en el barrio habanero de Santos Suárez, durante una protesta popular contra los apagones y el deterioro de las condiciones de vida.

Martí Noticias confirmó el hecho a través de fuentes eclesiásticas y vecinos del lugar.

Según el reporte del medio, el sacerdote —miembro de la Congregación de la Misión— había obtenido permiso para servir temporalmente en Cuba, pero las autoridades no renovaron su residencia, obligándolo a abandonar la isla. Aunque el gobierno no utiliza formalmente la palabra “expulsión”, la no renovación de la visa constituye el mecanismo habitual que emplea el régimen para sacar del país a religiosos, activistas o periodistas considerados incómodos.

Una protesta que incomodó al poder

Durante los recientes cacerolazos que estremecieron varios barrios de La Habana, el padre Ramírez decidió acompañar los reclamos ciudadanos haciendo repicar las campanas del templo. Vecinos consultados por Martí Noticias relataron que el gesto del sacerdote buscaba solidarizarse con la comunidad, afectada por prolongados apagones, falta de agua y escasez generalizada de alimentos.

Sin embargo, la reacción del régimen fue inmediata. De acuerdo con la investigación de Martí Noticias, agentes de la Seguridad del Estado visitaron al sacerdote y, en coordinación con la Oficina de Asuntos Religiosos, le informaron que debería salir del país en cuanto concluyera el período de estancia inicialmente autorizado.

Silencio oficial y preocupación en la comunidad religiosa

Hasta el momento, ni el Arzobispado de La Habana ni el Ministerio de Relaciones Exteriores han emitido declaraciones públicas sobre el caso. Pero miembros de la comunidad católica consultados de manera informal reconocen que existe preocupación por el incremento de tensiones entre el Estado y sacerdotes que han mostrado cercanía con el sufrimiento cotidiano de la población.

La Iglesia cubana atraviesa momentos especialmente delicados, en un contexto en el que varios religiosos han denunciado represión, vigilancia y presiones por expresar opiniones críticas o apoyar a ciudadanos afectados por la crisis.

Un mensaje que trasciende las paredes del templo

El toque de campanas del padre Ramírez —un gesto tradicionalmente asociado a llamados comunitarios y advertencias sociales— ha resonado más allá de Santos Suárez. Para muchos cubanos, significó un acto simbólico de acompañamiento, una señal de que la Iglesia no es ajena al drama que viven los barrios.

La expulsión del sacerdote mexicano envía, sin embargo, otro tipo de mensaje: el régimen no tolera ni siquiera expresiones mínimas de apoyo a la protesta pacífica, incluso cuando provienen del ámbito religioso.

Mientras la crisis energética y social continúa profundizándose en toda Cuba, el caso del padre José Miguel Ramírez se suma a la larga lista de expulsiones, intimidaciones y controles que el régimen utiliza para intentar apagar toda voz que se atreva a acompañar al pueblo.

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