Del grito a la acción: lo que falta para que Cuba conquiste su libertad

Anoche Cuba volvió a hablar. Cacerolas, gritos, calles llenas. Redes sociales rebosando videos de barrios que dijeron “basta”. Sin embargo, al amanecer, el país sigue igual: la dictadura continúa, las consignas se apagaron y la esperanza volvió a guardarse en el bolsillo.

¿Por qué ocurre esto?

Porque la indignación sin organización es solo ruido.

Y el régimen sabe que mientras el pueblo proteste sin estructura, ellos sobreviven.

La libertad no se alcanza solo protestando. Se conquista construyendo poder.

Esto exige algo que el cubano no ha tenido en 65 años: coordinación estratégica.

1. Las protestas deben tener propósito, no solo emoción

Salir a gritar “luz, comida y libertad” es valioso, pero si no se sabe para qué día siguiente, la dictadura espera, reprime un poco y todo vuelve a la normalidad.

Las protestas deben:

Tener horarios comunes. Repetirse en patrones reconocibles (por ejemplo: todos los miércoles a las 9 p. m.). Aumentar gradualmente su duración y alcance.

Eso genera costo político y muestra capacidad organizativa.

2. La clave no es la multitud en un lugar, sino muchos lugares en simultáneo

El régimen solo puede apagar una chispa.

Lo que no puede apagar es un incendio de 200 municipios encendidos a la vez.

Cada barrio debe crear su célula cívica local, con tres funciones básicas:

Avisar y coordinar protestas. Documentar abusos. Mantener ánimo y seguridad colectiva.

Eso transforma espontaneidad en estructura.

3. Sin liderazgo territorial, no hay transición

El mito de “el pueblo se levantará y todo caerá” es falso.

Todas las transiciones exitosas —Serbia, Polonia, Checoslovaquia, Georgia— tuvieron liderazgos comunitarios formados antes del estallido.

Cuba necesita:

Comités ciudadanos municipales. Voceros locales. Portavoces legales. Equipos de negociación.

En resumen: un gobierno civil embrionario listo para tomar funciones cuando el régimen se paralice.

4. La protesta debe incluir desobediencia cívica

Cacerolear es expresión.

Cortar la obediencia es poder.

Ejemplos no violentos:

Plantones frente a sedes municipales. Huelgas de servicios comunitarios. Cadenas humanas bloqueando vías clave. Negarse a participar en actos políticos, marchas escolares o votaciones manipuladas.

Eso le dice al régimen dos palabras:

“No mandas”.

5. La transición empieza antes de que el régimen caiga

Cuando barrios se organizan como si la dictadura ya no existiera, la dictadura pierde autoridad.

Juntas vecinales. Grupos de abastecimiento comunitario. Guardias barriales. Redes de apoyo legal.

Ese auto-gobierno hace que, cuando el régimen colapse, no haya caos, sino reemplazo.

6. La unidad no se pide, se practica

El error histórico ha sido esperar unidad de partidos o de figuras públicas.

La unidad real nace de hacer cosas juntos, no de firmar documentos.

Vecinos coordinando acciones. Iglesias abriendo espacios. Grupos cívicos compartiendo información. Profesionales aportando conocimiento.

La acción compartida crea unidad.

7. La victoria llega el día que el pueblo se convence de que el poder ya es suyo

La dictadura no huye cuando el pueblo protesta.

La dictadura huye cuando el pueblo se comporta como gobierno real.

Y eso empieza así:

El barrio decide horarios. El pueblo impone rutinas de protesta. La ciudadanía establece demandas. Los líderes barriales hablan por su comunidad.

Ese día, el régimen queda decorativo.

Y cuando el poder deja de ser temido y se vuelve ignorado, se derrumba.

El camino no es esperar un milagro; es construirlo.

Las protestas de anoche demuestran que Cuba ya despertó.

Lo que falta es convertir rabia en proyecto, ruido en estructura, vecinos en movimiento.

La libertad nunca llega sola.

Se conquista cuando el pueblo deja de suplicar y empieza a gobernarse.

Y ese momento no está lejos: solo requiere organización, repetición, propósito y liderazgo local.

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