
Santiagueros acuden al Hotel Santiago tras falsas promesas de ayuda económica
La mañana santiaguera comenzó con un movimiento inusual frente al Hotel Santiago, según cuenta el periodista independiente en su página de Facebook Yosmany Mayeta Labrada donde decenas de personas se congregaron empujadas por la esperanza y la desesperación. Un rumor —difundido por Ignacio Giménez— aseguraba que se entregarían 1.100 dólares por persona, una cifra inimaginable para la mayoría de los cubanos en medio del derrumbe económico que atraviesa la isla.
Vecinos de varios repartos, transeúntes curiosos y ciudadanos que lo “escucharon por alguien” comenzaron a llegar silenciosamente, ocupando aceras, bancos y cualquier espacio visible en las inmediaciones del hotel. Muchos reconocían que no sabían si era cierto, pero “por si acaso” valía la pena intentarlo. La sola posibilidad de recibir dinero —aunque fuera un rumor— movió a familias completas.
Ese flujo espontáneo llamó rápidamente la atención de las autoridades. patrullas policiales fueron enviadas al lugar con instrucciones de “controlar” el creciente número de personas. La presencia policial, sin embargo, no disuadió la llegada de más ciudadanos. La crisis, el hambre y el agotamiento social hablaron más fuerte que las sirenas.
Ante el desorden visible y los comentarios que ya circulaban por la ciudad, el Ministerio de Turismo se vio obligado a emitir una nota pública desmintiendo categóricamente cualquier entrega de dinero.
La realidad es tajante:
No existe ningún reparto de 1.100 dólares.
Todo fue una información falsa propagada por Ignacio Giménez.
El suceso dejó expuesta una herida abierta: un pueblo empobrecido dispuesto a creer lo increíble porque lo cotidiano se ha vuelto insoportable. La gente no acudió por ingenuidad, sino por necesidad.
Lo ocurrido hoy evidencia algo más profundo que un simple rumor.
No fue el pueblo quien generó el caos. Lo provocó el engaño, la falta de transparencia institucional y un escenario donde la información oficial es tan inaccesible que cualquier voz externa cobra más credibilidad que el aparato estatal.
En un país donde el salario no alcanza para sobrevivir y donde el desamparo es norma, un rumor de ayuda basta para movilizar a cientos. Santiago de Cuba volvió a demostrarlo: la población está emocional y económicamente vulnerable y el régimen es incapaz de evitar o gestionar la desinformación mientras continúa ocultando la verdad.
Lo de hoy no fue una simple confusión, sino el reflejo de un país fracturado donde las mentiras circulan con libertad porque la verdad oficial hace años dejó de existir.







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