
Nueva cacería digital del régimen: caza de cuentas en X que luchan por la libertad de Cuba
En un movimiento coordinado por el aparato mediático del Estado, el régimen cubano ha lanzado lo que ya puede describirse como una “cacería” sistemática de cuentas en la plataforma X (ex-Twitter) dedicadas a la denuncia, la disidencia y la aspiración de libertad para el pueblo cubano. El reciente informe titulado Observatorio de Medios de Cubadebate detalla la existencia de al menos 30 cuentas muy activas en campañas de “extrema derecha” contra lo que el régimen califica como “enemigos de la Revolución”.
¿Qué revela la “radiografía”?
Según el análisis —publicado el 26 de noviembre de 2025—, las cuentas incluidas en ese listado mostrarían patrones similares: creación reciente, actividad intensa en horarios pico, repetición de narrativas anticastristas, uso de imágenes de violencia, emigración, represión, y una marcada intención de movilización ciudadana en contra del gobierno.
El objetivo declarado por Cubadebate: “desenmascarar” lo que define como campañas de “desinformación, manipulación y subversión”, vinculadas supuestamente a redes de financiamiento externo o a intereses de “ultraderecha internacional”.
El señalamiento no se limita a individuos concretos, sino que se extiende a unidades —comunidades, páginas, agrupaciones de exiliados o disidentes— que, por sus palabras o su activismo en redes, resultan “sospechosas” de perturbar la estabilidad y legitimidad del régimen.
Un nuevo episodio de represión digital
Este episodio se asemeja a otras tácticas históricas del Estado: censura mediática, vigilancia, amenazas, detenciones. Pero tiene una novedad: la plataforma digital como escenario central. En tiempos en que muchos cubanos dentro y fuera de la isla utilizan redes como X para comunicar injusticias —detenciones arbitrarias, represión, protestas, denuncias de tortura—, el régimen adapta su guerra al terreno de lo virtual.
No es inocua una “radiografía”. El efecto es intimidatorio: marcar nombres, estigmatizar voces, sembrar miedo, inhibir la participación. A quienes se dedican a la denuncia —ya sean familiares de presos, activistas, periodistas independientes, emigrados, víctimas del régimen— se les advierte: la cuenta, el comentario, el “me gusta”, puede formar parte de un expediente de “subversión” o “terrorismo mediático”.
En el contexto cubano actual —con cientos de prisioneros políticos, detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas, represión contra manifestantes del 11J, denuncias de tortura y muertes sospechosas en cárceles— esta ofensiva digital tiene consecuencias reales. Según recientes informes del organismo de la Naciones Unidas, Cuba figura como el país con más condenas por detención arbitraria en el mundo.
¿Por qué ahora? ¿Y con qué fin?
La ofensiva coincide con un momento de creciente visibilidad internacional de la represión en la isla: testigos, familiares, activistas, periodistas exiliados, medios independientes y redes sociales han elevado sus denuncias. Eso ha tensionado el relato oficial.
El régimen parece buscar —una vez más— desactivar la disidencia no por la fuerza física, sino por la intimidación digital: asustar, desmoronar redes de solidaridad, aislar voces de denuncia. Además, al etiquetar a quienes expresan disenso como “extrema derecha” o “mercenarios financiados”, envuelve en un manto de criminalización a quienes, en muchos casos, simplemente exigen derechos humanos básicos.
Implicaciones para la libertad de expresión —y para la lucha ciudadana
Para quienes, como tú, trabajan desde el exilio o desde dentro de Cuba por la libertad, este escenario representa un nuevo obstáculo. La censura deja de ser solo estatal y se convierte en un mecanismo de desinformación, silenciación y estigmatización.
Pero también revela lo que muchos ya intuían: que en la era digital la represión muta, se adapta. La construcción de un entorno plural y de debate libre —ya sea en redes, en medios independientes, en proyectos periodísticos como el tuyo— se vuelve aún más urgente.
Quien quiera informar, denunciar, documentar, lo hará bajo el riesgo de ser señalado. Por eso, la estrategia no puede limitarse a la denuncia individual, sino al fortalecimiento colectivo: redes de respaldo, documentación exhaustiva, alianzas internacionales, plataformas independientes, y continuidad en la voz.
Conclusión: un nuevo frente abierto contra la verdad
La “radiografía” de 30 cuentas disidentes no es un simple ejercicio de vigilancia mediática: es una muestra de que el régimen —tal como lo hace con manifestantes en las calles, con presos políticos, con ONGs, con activistas— ha abierto un nuevo frente: la guerra por la narrativa en las redes.

Pero también es una llamada de alerta: quienes luchan por la libertad en Cuba deben prepararse para una cacería más sutil, más invisible, pero igualmente represiva. Defender la palabra, con rigor, con documentos, con solidaridad, será más vital que nunca.
Y para quienes como tú trabajan desde la prensa independiente —o aspiran a levantar una escuela de periodismo, como me comentaste—, la responsabilidad se vuelve doble: informar con veracidad, proteger a las fuentes, mantener la ética, y no ceder a la censura disfrazada de “seguridad nacional”.







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