El embargo no explica la represión: por qué las violaciones de derechos humanos en Cuba son responsabilidad del régimen

La reciente visita de la relatora de la ONU Alena Douhan a Cuba generó titulares dentro y fuera de la isla. Su misión, centrada exclusivamente en evaluar el impacto de las sanciones estadounidenses, fue rápidamente utilizada por el régimen como una supuesta validación de que la crisis nacional es consecuencia directa del embargo. Sin embargo, un análisis serio de su mandato y de la realidad cubana demuestra algo esencial: las violaciones de derechos humanos en Cuba no tienen ninguna relación con las sanciones externas. Son decisiones internas del Estado cubano.

Douhan no vino a evaluar represión, presos políticos ni libertades

El régimen ha intentado presentar las conclusiones de la relatora como una explicación de la situación del país. Pero Douhan no vino a investigar torturas, detenciones arbitrarias, censura, control político, ni ningún mecanismo represivo.

Su mandato es limitado: examina únicamente el impacto de medidas coercitivas unilaterales, no el comportamiento del gobierno ante su propio pueblo.

Por lo tanto, que Douhan describa dificultades materiales no significa que: el embargo obligue a encarcelar manifestantes, el embargo justifique negarle agua, luz o alimentos a la población, el embargo explique la censura, la persecución política o la existencia de más de mil presos del 11J, el embargo impida elecciones libres o el pluralismo político.

Todo eso forma parte del entramado interno de control del Partido Comunista de Cuba.

La represión es una decisión política interna

Cada detención arbitraria, cada golpe, cada juicio amañado, cada condena ejemplarizante y cada intento de silenciar voces independientes es ejecutado por instituciones del Estado: la Seguridad del Estado, el MININT, los tribunales subordinados y las fiscalías que responden al poder político.

Nada de esto depende de sanciones externas.

La censura a internet no la impone Washington, sino ETECSA. Las golpizas a activistas no las ordena el Departamento de Estado, sino la Seguridad del Estado. Los presos políticos no están en cárceles por falta de recursos, sino por ejercer derechos que el régimen decidió criminalizar. La pobreza extrema no es producto del embargo, sino de la falta de libertades económicas, la corrupción estatal y el monopolio absoluto del poder.

Las sanciones no explican por qué un cubano no puede crear una prensa independiente, fundar un partido político, sindicalizarse libremente o criticar al gobierno sin miedo a prisión.

El embargo es usado como cortina de humo

A pesar de que Douhan no evaluó la situación política ni la represión, el régimen intenta convertir su visita en una defensa propia: una narrativa ya conocida que pretende transformar cada crisis en una consecuencia externa.

El resultado de esa estrategia es claro y conveniente para el poder: desviar la responsabilidad política, victimizar a las autoridades, diluir las exigencias internas, convencer al mundo de que el problema es diplomático, no estructural.

Pero las violaciones a los derechos humanos en Cuba son sistemáticas, organizadas y planificadas desde el Estado, mucho antes y mucho más allá de cualquier política exterior estadounidense.

Una verdad incontestable

En Cuba no hay libertades porque el régimen las prohíbe.

No hay justicia porque los tribunales responden al Partido.

No hay pluralismo porque un grupo decidió que el poder es eterno.

No hay prosperidad porque el Estado asfixia la iniciativa privada.

No hay dignidad porque el ciudadano vive bajo vigilancia constante.

Nada de eso lo crea o lo evita el embargo.

La visita de Alena Douhan podrá servir al gobierno para reforzar su discurso externo, pero no puede borrar la realidad que millones de cubanos viven cada día: la represión, la censura, los presos políticos y la falta de derechos fundamentales son responsabilidad exclusiva del régimen cubano.

Cuba no sufre por sanciones: sufre por un sistema que se sostiene en el miedo, el control y la impunidad.

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