
La masonería en Cuba consigue su “segunda independencia” tras dos años de enfrentamiento interno y presiones políticas
La crisis que durante dos años fracturó a la masonería cubana parece haber entrado finalmente en una nueva etapa. El Ministerio de Justicia (MINJUS) reconoció las elecciones realizadas el pasado 25 de octubre, en las que fue elegido Manuel Valdés como nuevo Gran Maestro de la Gran Logia de Cuba (GLC), un paso que los propios masones describen como su “segunda independencia”.
Este reconocimiento no es un gesto burocrático más. Representa el cierre —al menos parcial— de un periodo marcado por denuncias de injerencia estatal, pugnas internas, manipulación de estructuras directivas y decisiones que, según decenas de logias, atentaron contra la autonomía de una institución que durante décadas fue uno de los pocos espacios civiles del país ajenos al control total del Partido Comunista.
Dos años de fractura y resistencia
En el historial reciente que hemos venido documentando en ClickCuba, la crisis de la GLC comenzó cuando el entonces Gran Maestro prolongó su mandato de manera irregular, generando un fuerte rechazo entre las logias de todo el país. Aquella prolongación —según denunciaron numerosos hermanos— abrió la puerta a una escalada de decisiones arbitrarias: suspensiones masivas de logias, exclusión de delegados críticos y un clima de hostilidad creciente.
La tensión alcanzó su punto más alto con episodios que los masones todavía recuerdan con indignación:
El intento de impedir el acceso de varios hermanos a la sede de la Gran Logia en La Habana. La presencia de agentes de seguridad dentro de un proceso que debió ser exclusivamente masónico. La percepción reiterada de que el Estado había penetrado la única institución nacional que le quedaba por controlar, tal como señalan numerosas fuentes internas.
Durante meses, y tal como explican diversas logias en comunicaciones internas revisadas por ClickCuba, la lucha fue doble: por la restitución del orden masónico y por evitar que el conflicto sirviera como vía para que el poder político consolidara su influencia dentro de la organización.
Elecciones del 25 de octubre: un punto de quiebre
Pese a las presiones, la Gran Logia celebró elecciones el 25 de octubre, con la participación de representantes de todo el país. El proceso —descritos por los propios masones como “los primeros sufragios libres en años”— otorgó la victoria a Manuel Valdés, quien asumió el compromiso de restablecer la legitimidad institucional, auditar decisiones pasadas y reunificar a las logias fracturadas.
Este domingo, el escritor y masón Ángel Santiesteban-Prats publicó una actualización que confirma lo que los masones estaban esperando: el MINJUS reconoció oficialmente esos resultados. Según su nota, “la masonería en Cuba gana su segunda independencia después de dos años de lucha frontal contra los traidores”.
Más allá del tono simbólico, la frase resume un sentimiento compartido: la convicción de que la GLC ha recuperado —al menos por ahora— la conducción elegida democráticamente por sus miembros.
Qué significa esta “segunda independencia”
Fuentes masónicas consultadas a lo largo de los últimos meses explican que esta “segunda independencia” no alude a una ruptura política, sino a un proceso interno donde la institución desalojó estructuras que consideraba ilegítimas o manipuladas.
Entre los elementos señalados como claves:
1. Recuperar el principio de soberanía institucional
La GLC ha insistido en que sus autoridades deben ser elegidas por masones, no legitimadas por estructuras externas.
2. Reintegrar a las logias castigadas por motivos políticos
Muchas de las logias suspendidas durante la crisis participarán ahora en un proceso de reconstrucción y revisión.
3. Evitar que el Estado utilice las fracturas internas para colocar “fichas” cercanas al poder
Una preocupación constante ha sido el riesgo de que el régimen insertara agentes, algo que varios masones consideran ya consumado en años anteriores.
4. Reconstruir la credibilidad tras dos años de escándalos
La masonería era históricamente un espacio respetado en la sociedad cubana. Ese prestigio quedó profundamente erosionado.
Lo que viene ahora
El reconocimiento del MINJUS no cierra la crisis, pero abre un nuevo escenario. El equipo de Manuel Valdés deberá enfrentar un proceso complejo:
Auditar decisiones del antiguo Gran Maestro, incluidas expulsiones y sanciones cuestionadas. Volver a activar logias que quedaron paralizadas o que se alejaron por falta de garantías democráticas. Impedir nuevas interferencias externas, en un contexto donde el régimen ha penetrado prácticamente todas las organizaciones nacionales. Sanar heridas internas en una institución que se enorgullecía de su estabilidad histórica.
Para muchos masones, este reconocimiento estatal es una victoria obtenida desde abajo, producto de una resistencia sostenida frente a decisiones que buscaban convertir la Gran Logia en una extensión más de los intereses del poder político.
Una señal para la sociedad cubana
Lo ocurrido no debe leerse únicamente como un hecho masónico. Para varios analistas consultados por ClickCuba, el restablecimiento de la autonomía de la GLC es un indicador de que aún existen espacios capaces de defender procesos internos sin aceptar imposiciones del Estado.
En un país donde prácticamente no queda organización independiente —ni religiosa, ni cultural, ni cívica— que esté libre de la injerencia del aparato de seguridad, el caso de la masonería puede convertirse en un precedente valioso para otros sectores que intentan preservar su autonomía.
La crisis de los últimos dos años mostró hasta qué punto el régimen está dispuesto a intervenir para controlar cualquier estructura con capacidad de organización social. La resistencia masónica reveló también que, cuando existe cohesión y voluntad de enfrentar esa injerencia, es posible recuperar espacios.
Hoy, con un nuevo Gran Maestro reconocido y con logias celebrando haber recuperado el rumbo, la masonería cubana se prepara para una etapa que definirá si esta independencia conquistada en 2025 será duradera o apenas un paréntesis dentro de una larga disputa con un Estado que no tolera instituciones autónomas.







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