La campaña contra El Toque: cuando la propaganda del régimen se convierte en publicidad gratuita

En las últimas semanas, el régimen cubano ha desplegado una de las campañas de difamación más agresivas y sostenidas contra un medio independiente: El Toque. Lo que comenzó como una ráfaga de ataques en programas televisivos, espacios digitales oficiales y perfiles alineados con la Seguridad del Estado se ha convertido en un fenómeno propagandístico de gran escala. Sin proponérselo, las autoridades han colocado al medio en el centro de la conversación nacional —y han logrado exactamente lo contrario de lo que pretendían.

Un bombardeo mediático sin precedentes

El ataque no se limita a un comunicado o un video aislado. Estamos frente a una maquinaria propagandística movilizada al máximo:

Programas de televisión dedicados íntegramente a desacreditar a El Toque, como Razones de Cuba, con lenguaje acusatorio y teorías conspirativas. Campañas coordinadas en redes sociales con etiquetas repetidas por perfiles falsos o automatizados. Artículos en medios estatales que repiten los mismos argumentos, casi con idéntica estructura. Intervenciones de voceros oficiales que insisten en demonizar la tasa representativa del mercado informal, atribuyendo a El Toque una supuesta capacidad para “manipular” toda la economía nacional.

La dimensión de este ataque lo dice todo: el régimen está dedicando más tiempo y recursos a criticar a El Toque que a explicar cómo piensa enfrentar la inflación, la escasez o el colapso de los servicios básicos. Y esa desproporción ha generado lo que en publicidad se conoce como efecto rebote.

Cuando la mala publicidad se convierte en promoción

Desde la perspectiva de un publicista, este caso es casi de manual: cuanto más atacas un producto, más despiertas la curiosidad sobre él, especialmente cuando se hace desde una posición de poder intentando silenciar a una voz independiente.

Los intentos del régimen por desacreditar a El Toque han tenido tres efectos inmediatos:

1. Aumento del reconocimiento de marca

Antes de esta campaña, mucha gente en Cuba escuchaba hablar sobre tasas de cambio, pero no necesariamente sabía qué era El Toque.

Después de semanas de propaganda en su contra, la pregunta dejó de ser “¿qué es eso?” para convertirse en “¿por qué están tan obsesionados con esta página?”.

Es marketing involuntario, pero marketing al fin.

2. Credibilidad reforzada por el rechazo oficial

En sociedades donde la prensa oficial carece de confianza, un ataque del régimen suele funcionar como un sello de autenticidad.

Para muchos cubanos, si el Estado se molesta en producir un video de 20 minutos para atacar algo, es porque ese algo está diciendo la verdad.

En comunicación, este fenómeno se conoce como efecto boomerang: el mensaje vuelve contra quien lo lanza.

3. Tráfico multiplicado

Cada vez que un vocero del Gobierno menciona a El Toque en televisión o en un artículo, miles de cubanos corren a buscar la fuente original.

Lo que pretendía ser un golpe reputacional se ha transformado en un flujo constante de nuevos usuarios.

Ni la mejor campaña de publicidad pagada podría lograr ese nivel de exposición.

Un enemigo fabricado para justificar fracasos

El punto central es evidente:

la economía cubana está fuera de control, y las instituciones oficiales necesitan un culpable externo para justificar el desplome de la moneda y el aumento de los precios.

Pero atribuirle la crisis a una página web no solo luce desesperado; también resulta contraproducente.

El régimen, al obsesionarse con El Toque, lo catapulta al centro del debate público y lo convierte en un referente obligado.

Si antes era una herramienta informativa, ahora es también un símbolo:

el símbolo de un espacio independiente que sobrevivió al ataque de toda la maquinaria estatal.

Conclusión: la propaganda como arma que se dispara al revés

La campaña contra El Toque demuestra dos cosas:

El régimen ya no controla el relato económico, aunque grite en televisión. No entiende cómo funciona la comunicación moderna: la difamación masiva puede destruir una reputación… pero solo cuando la hace un actor creíble. En Cuba, ocurre exactamente lo contrario.

Lo que pretendía ser un ataque devastador terminó convirtiéndose en una campaña de relaciones públicas involuntaria.

Una promoción gratuita que ningún medio independiente en la isla podría pagar.

En su intento de silenciarlo, el régimen convirtió a El Toque en un protagonista. Y cuanto más lo atacan, más crece.

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