“Estamos muriendo”: el duro mensaje del Padre Alberto Reyes ante la crisis sanitaria y moral que atraviesa Cuba

El sacerdote cubano Alberto Reyes Pías volvió a sacudir las redes sociales con una reflexión que retrata, sin adornos ni eufemismos, la gravedad de la crisis que vive el país. En un texto publicado en Facebook bajo el título “He estado pensando…”, el religioso lanza un diagnóstico contundente: Cuba se está acostumbrando a convivir con la muerte.

Reyes, una de las voces más críticas dentro de la Iglesia Católica en la isla, describe un país atrapado en un ciclo de resignación y desgaste moral que ha normalizado lo inaceptable: “escasez, hambre, impotencia, represión, miedo, frustración”. Según su reflexión, los cubanos se han visto obligados durante décadas a adaptarse a todo, y esa capacidad de resistencia se ha convertido ahora en una peligrosa tolerancia ante la pérdida de vidas por causas evitables.

Una isla enferma que se queda sin respuestas

El sacerdote señala la proliferación de enfermedades transmisibles —dengue, zika, chikungunya, arbovirus— como resultado directo del deterioro ambiental y sanitario del país. “Cuba se ha convertido en una isla de calles podridas, donde la basura se acumula sin escrúpulos”, lamenta. Ese abandono, asegura, ha derivado en un escenario donde “mucha gente está muriendo en silencio”, sin estadísticas transparentes ni acciones efectivas por parte de las autoridades.

Para Reyes, el Gobierno no solo ha sido incapaz de responder a la emergencia sanitaria, sino que ha demostrado un desinterés absoluto por la vida cotidiana de los ciudadanos: “un Gobierno que sólo se cuida y protege a sí mismo, un Gobierno que no tiene nada que ofrecer ni le interesa ya tenerlo”.

“¿Cuándo fue que nos convertimos en un pueblo de zombis?”

Uno de los cuestionamientos más fuertes del sacerdote apunta al agotamiento espiritual y la pasividad forzada con la que muchos cubanos enfrentan el dolor y la pérdida de sus seres queridos. Denuncia que el país ha llegado a normalizar que falten medicamentos básicos, que enfermos sufran sin un calmante y que la muerte se asuma como un trámite más dentro del colapso general.

Reyes también critica la contradicción entre el sufrimiento cotidiano y la obediencia a los rituales políticos: marchas, concentraciones y aplausos a discursos oficiales vacíos. “¿Cómo podemos enterrar a los que han muerto por la ineficiencia de un sistema político y seguir apoyando a ese sistema?”, se pregunta.

Un país condenado a aprender de su propia tragedia

La reflexión del sacerdote va más allá de la denuncia inmediata. Propone una mirada histórica: que tal vez Cuba esté destinada a convertirse, algún día, en un recordatorio vivo de los estragos que causa una dictadura, sin importar cómo se vista ideológicamente.

“Será que Cuba está destinada a ser ese faro y guía del que tanto se habla, pero para recordar que nunca más se permita otra dictadura sobre este suelo”, escribe, sugiriendo que la prolongación de la crisis podría acabar siendo el impulso para que nuevas generaciones defiendan con más fuerza la libertad y la verdad.

Entre la supervivencia y la muerte

El texto de Alberto Reyes cierra con una imagen que resume la polarización del presente cubano: mientras unos luchan por sobrevivir, otros mueren. Una frase sencilla que captura la magnitud de una crisis que no solo es sanitaria, sino también espiritual, social y política.

Su mensaje vuelve a poner sobre la mesa una realidad cada vez más visible: Cuba atraviesa una de las peores etapas de su historia reciente, y la sensación de abandono es tan profunda que incluso la muerte parece haber dejado de conmover.

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