Hermana de Alejandro Gil: “No lo defiendo más, fue uno de los causantes de la desgracia del pueblo cubano”

En entrevista con Martí Noticias, María Victoria Gil Fernández rompe el silencio y acusa al régimen cubano de convertir a su hermano, el ex viceprimer ministro Alejandro Gil Fernández, en un chivo expiatorio mientras los verdaderos culpables siguen en el poder.

Hasta hace poco, Alejandro Gil Fernández era una de las figuras más influyentes del castrismo. Viceprimer ministro, ministro de Economía y Planificación, y artífice de la llamada Tarea Ordenamiento, fue el hombre de confianza de Miguel Díaz-Canel, su alumno y protegido político. Hoy, ese mismo régimen lo acusa de espionaje, malversación y lavado de activos, en un proceso marcado por el secretismo y el deterioro físico del exfuncionario, recluido desde marzo de 2024 en la prisión de máxima seguridad de Guanajay.

En una entrevista concedida al periodista Mario J. Penton, transmitida por Martí Noticias, su hermana María Victoria Gil Fernández, abogada de profesión y residente en España, narró cómo su visión sobre el caso cambió por completo tras visitar la isla en 2024.

“Yo hacía dos años que no viajaba a Cuba. Cuando fui, vi miseria, desesperanza y desolación. Mis amigos me decían: no tengo cáncer, tengo hambre. Y comprendí que con independencia del amor que le tengo a mi hermano, él era uno de los causantes de aquella desgracia, porque era el ministro de Economía”, confesó entre lágrimas.

De aliado a enemigo del poder

El testimonio de María Victoria evidencia cómo el régimen cubano devora a sus propios cuadros cuando dejan de ser útiles. Gil, que diseñó las reformas económicas más impopulares de las últimas décadas, pasó de ser presentado como ejemplo de eficiencia a ser acusado de traidor al Estado.

Su hermana sostiene que el cargo de espionaje fue introducido “para garantizar un juicio a puerta cerrada” y así impedir que la opinión pública conozca la verdad.

“El delito de espionaje lo han traído por los pelos, porque les da un marco legal para ocultar el proceso. No quieren que mi hermano hable”, afirmó.

Según relató, Gil se encuentra en un grave estado de salud, ha perdido más de 50 libras, todo el cabello, las cejas y pestañas, producto del estrés. “No creo que le quede mucha vida. Temo por él”, dijo visiblemente afectada.

La familia estuvo aislada durante meses, sin información sobre su paradero. Solo recientemente su sobrina, Laura María Gil González, exfuncionaria del Ministerio de Comercio Exterior, retomó el contacto y confirmó que Alejandro sigue preso en Guanajay, con visitas de apenas 15 minutos cada quince días.

“El pueblo tiene razón al odiarlo”

A pesar de su vínculo familiar, María Victoria no elude la responsabilidad de su hermano en la crisis que atraviesa la isla.

“Yo también veo a mi hermano con la misma rabia del pueblo. Fue el arquitecto de la Tarea Ordenamiento, la cara visible del desastre. Pero los que colaboraron con él, los que siguen en la cúpula enriqueciéndose con el hambre del pueblo, no pueden ser ahora sus jueces”, sentenció.

La abogada calificó el proceso judicial como una maniobra política destinada a distraer la atención pública y a limpiar la imagen de quienes realmente sostienen el poder.

“Esto es como los juicios de Moscú o el caso Ochoa. Un teatro. La sentencia ya está dictada”, aseguró.

Un mensaje que expone al régimen

Más allá de la tragedia personal, la entrevista deja al descubierto la estructura de poder en Cuba: nadie asciende sin obedecer y nadie cae sin que el poder lo decida.

La caída de Gil es un recordatorio de que la lealtad no protege en un sistema donde solo el apellido Castro garantiza impunidad.

“Díaz-Canel no tiene poder. Si mi hermano es culpable, también lo son todos los que aprobaron sus políticas”, subrayó María Victoria, apuntando directamente a la responsabilidad del gobernante cubano y del resto de la cúpula comunista.

Al final de la entrevista, envió un mensaje al pueblo:

“Si mi hermano merece cadena perpetua por haber destruido al país, seré la primera en estar del lado del pueblo. Pero no pueden ser sus verdugos los mismos que lo usaron y se beneficiaron de su gestión.”

Un espejo del poder cubano

El caso de Alejandro Gil Fernández no es una excepción, sino parte del patrón histórico del castrismo: elevar y luego destruir a sus propios funcionarios para perpetuar la narrativa del control.

La historia de la familia Gil expone la podredumbre moral de un sistema que no tolera el arrepentimiento ni la verdad, ni siquiera entre los suyos.

El exministro fue el rostro visible del hundimiento económico, pero también es ahora el retrato de cómo el régimen elimina a quienes dejan de serle útiles.

Y mientras los cubanos siguen padeciendo apagones, escasez y hambre, el poder político continúa intacto, protegido por los mismos que hoy pretenden juzgar a su propio ministro de economía.

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