
“Del acoso digital a la impunidad migratoria: la denuncia de Mario J. Pentón contra Raúl Omar Rodríguez Gracia”
El periodista cubano Mario J. Pentón, reconocido por su trabajo en Martí Noticias, ha destapado un caso que vuelve a poner en evidencia las grietas morales del exilio cubano: la presencia en Estados Unidos de Raúl Omar Rodríguez Gracia, un exdirigente estudiantil del régimen que habría participado en la represión del 11 de julio de 2021 (11J) y en campañas de acoso digital contra opositores en la Isla.
Según la investigación publicada por Pentón, Rodríguez Gracia fue dirigente de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) en la Facultad de Medicina de Villa Clara y militante activo de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). Desde esas estructuras, habría coordinado las llamadas “brigadas de bots” —grupos organizados de jóvenes encargados de crear perfiles falsos para atacar a activistas y periodistas en redes sociales, difundir propaganda oficialista y vigilar la disidencia digital.
Un represor del 11J viviendo en Florida
El reportaje revela que Rodríguez Gracia no solo fue parte del aparato ideológico del castrismo, sino que también participó en operativos de represión durante las protestas pacíficas del 11J, movilizado junto a otros jóvenes bajo órdenes del Partido Comunista.
Sin embargo, lejos de enfrentar consecuencias, el exdirigente logró emigrar a Estados Unidos en noviembre de 2022 y actualmente reside en Florida, donde —según el propio Pentón— aspira a obtener la residencia permanente. En sus redes sociales ya no hay rastros de su militancia, pero el historial de publicaciones recuperado por Martí Noticias muestra su alineación absoluta con el régimen cubano:
“¡Comandante en Jefe, ORDENE! Que vamos a hacer la guerra si el imperialismo viene, ¡SI SE ATREVE!”, escribía Rodríguez Gracia en una de sus publicaciones.

En otra publicación de 2022, presumía una reunión con Gerardo Hernández Nordelo, uno de los cinco espías de la inteligencia cubana:
“Fue un placer enorme el encuentro con este grande de nuestra historia”.
Ambas publicaciones refuerzan su pasado dentro de las filas ideológicas del castrismo y contrastan con su actual vida en suelo estadounidense, país al que llegó en busca de “libertad y oportunidades”, según su entorno.
Amenazas y presiones contra el periodista
Desde que hizo pública esta denuncia, Mario J. Pentón ha sido objeto de amenazas y presiones, una realidad que no es nueva para los periodistas cubanos en el exilio. En declaraciones previas, Pentón ha reconocido que su trabajo como reportero independiente lo ha colocado en la mira de quienes intentan silenciar las voces críticas del régimen:
“Vinieron las amenazas, las presiones, querían que dejara de trabajar para la prensa independiente”, confesó en una entrevista anterior.
Fuentes cercanas señalan que, tras la publicación del caso Rodríguez Gracia, el periodista recibió mensajes intimidatorios en redes sociales, aunque no se ha confirmado la autoría ni el alcance de esas amenazas. Lo cierto es que su denuncia toca una fibra incómoda: la infiltración del castrismo más ortodoxo en la comunidad cubana exiliada.
De represores a migrantes protegidos
El caso de Rodríguez Gracia no es aislado. Varias organizaciones, entre ellas la Fundación para los Derechos Humanos en Cuba, han entregado a congresistas estadounidenses listados de presuntos represores cubanos que habrían entrado a EE.UU. bajo programas humanitarios o mediante el parole. El objetivo: que se revise su estatus migratorio y se evite que quienes sirvieron al aparato represivo disfruten de los beneficios de la libertad que negaron a otros.
Luis Domínguez, investigador de esa fundación, aseguró que “existen videos y testimonios que muestran a Rodríguez Gracia movilizado para atacar manifestantes pacíficos el 11J”. Si se confirma plenamente, su presencia en Estados Unidos sería un caso paradigmático de impunidad migratoria: un represor disfrutando de los derechos de los que fueron víctimas sus conciudadanos.
El costo de denunciar
La investigación de Pentón no solo expone a un individuo, sino que retrata un fenómeno más amplio: la porosidad del sistema migratorio estadounidense ante la llegada de personas con antecedentes vinculados a violaciones de derechos humanos en Cuba.
Pero también deja ver el precio de decir la verdad. Mientras Rodríguez Gracia disfruta de libertad en Florida, Pentón enfrenta las consecuencias de su periodismo: amenazas, acoso digital y la presión de quienes preferirían que este tipo de casos quedaran en silencio.
Aun así, su trabajo ha tenido eco entre exiliados y defensores de derechos humanos, quienes exigen una investigación formal que determine si Rodríguez Gracia debe responder ante las autoridades estadounidenses por sus actos en Cuba.
Una historia que apenas comienza
El caso sigue abierto. No hay respuesta pública de Rodríguez Gracia ni pronunciamiento oficial del Departamento de Seguridad Nacional sobre su situación migratoria.
Pero lo que sí está claro es que la denuncia de Mario J. Pentón ha vuelto a poner sobre la mesa una verdad incómoda: muchos de los que ayudaron a sostener el sistema represivo cubano ahora viven entre las víctimas que huyeron de él.
Y mientras los periodistas que los exponen reciben amenazas, la comunidad cubana en el exilio enfrenta una pregunta que no puede seguir postergando: ¿cómo proteger la libertad sin convertirse en refugio de sus verdugos?







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