Ariel Ruiz Urquiola: seis meses de dignidad frente al Parlamento suizo

Hace más de seis meses que el científico cubano Ariel Ruiz Urquiola se planta, día tras día, frente al Bundeshaus, sede del Parlamento suizo en Berna. Lo hace siempre a la misma hora —de 12:00 a 13:00—, bajo el sol, la lluvia o la nieve, en un gesto de resistencia que ha pasado de ser solitario a convertirse en símbolo de conciencia.

Su presencia constante no es un acto ritual, sino una denuncia sostenida contra los crímenes del régimen cubano y una exigencia a las instituciones suizas para que activen la jurisdicción universal frente a los responsables de violaciones de derechos humanos en la isla. Entre ellos, el propio Miguel Díaz-Canel, Raúl Castro y el médico Armando Martínez Fábregas, a quienes Ruiz Urquiola acusa de crímenes de lesa humanidad.

El biólogo —expulsado de su labor académica en la Universidad de La Habana y víctima de represión política— fue encarcelado en 2018 y asegura haber sido infectado deliberadamente con VIH durante su reclusión. Desde entonces, su vida se ha convertido en una batalla por la verdad, la justicia y la libertad, no solo por él, sino por todos los cubanos sometidos a la violencia institucional.

Este 24 de octubre, su publicación titulada “Mi hora de dignidad R” marcó un nuevo capítulo en su protesta. En ella, el científico narra la jornada más reciente de su vigilia, donde la naturaleza pareció sumarse a su causa:

“Hoy, sobre mi cuerpo cayó agua en todos sus estados: lluvia, granizo, nieve y vapor. Fue como si el cielo mismo quisiera poner a prueba la firmeza del propósito.”

Con ese lenguaje cargado de simbolismo, Ruiz Urquiola convierte la inclemencia del clima en metáfora de su resistencia. Describe cómo, pese al frío, ciudadanos suizos —estudiantes, médicos, activistas— se acercaron para expresarle apoyo. Para él, ese gesto representa el despertar de la solidaridad en una tierra que, como escribió, “inventó la palabra solidaridad en sus montañas para sobrevivir al invierno”.

Pero más allá del lirismo, el mensaje encierra una verdad profunda: mientras en Cuba “hombres, mujeres y niños mueren por hambre, por falta de medicinas y por la corrupción de un poder que ha convertido la isla en un campo de exterminio”, la voz de un cubano libre se alza en el corazón de Europa para romper el silencio diplomático.

Durante estos meses, Ariel ha transformado una hora diaria en un acto de justicia moral. Su protesta, bautizada como “La hora de la dignidad”, no solo denuncia al régimen, sino que también interpela al mundo. Cada día que se planta frente al Parlamento suizo es un recordatorio de que la indiferencia también mata.

Su texto de hoy resume esa misión:

“Cuando alguien en Suiza decide no mirar hacia otro lado, el muro del miedo en La Habana tiembla un poco.”

En tiempos en que muchos prefieren callar, Ariel Ruiz Urquiola sigue hablando con el cuerpo, con la palabra y con la dignidad. Desde Berna, su voz resuena como un eco de justicia que atraviesa los muros del miedo y llega hasta el corazón de Cuba.

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