
El romance del Partido Popular con La Habana: una traición al exilio cubano
Por Lázaro Mireles, representante de Acciones x la Democracia
Desde hace casi dos décadas, los cubanos en el exilio observamos con creciente preocupación la cercanía del Partido Popular (PP) con el régimen de La Habana. Lo que comenzó como una aparente relación institucional, se ha transformado con el tiempo en un vínculo de complacencia que contradice los valores democráticos que el PP dice defender.
Todo comenzó en 2006, cuando Alberto Núñez Feijóo —entonces presidente de la Xunta de Galicia— se reunió en Galicia con el dictador Raúl Castro. Aquel encuentro dio pie a una serie de convenios y acuerdos bilaterales que, lejos de beneficiar al pueblo cubano, sirvieron para fortalecer el entramado económico del castrismo. Los recursos derivados de esas alianzas nunca llegaron al ciudadano de a pie: fueron a parar, como siempre, a las manos del poder.

Con la llegada de Feijóo a la presidencia del Partido Popular, tras la salida de Pablo Casado, la distancia entre el PP y la disidencia cubana en España se amplió. En lugar de abrir canales de comunicación con los defensores de la libertad cubana, el partido optó por el silencio y la indiferencia.
Uno de los episodios más ofensivos fue la participación de la Xunta de Galicia en la apertura del museo de Láncara, dedicado a la memoria de Fidel Castro. Ningún demócrata coherente puede rendir tributo al dictador que más tiempo ha gobernado con mano de hierro en América Latina. Honrar su figura es insultar a las víctimas del régimen, a los presos políticos y a los millones de exiliados que huyeron de su tiranía.

Pero los gestos de complacencia no se limitan a Galicia. En Baleares, Barcelona o Murcia, representantes del PP han firmado convenios con instituciones controladas por La Habana. En 2021, la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso incluso autorizó subvenciones a Cubana de Aviación, una empresa estatal del régimen cubano, pese a las reiteradas peticiones del exilio de poner fin a ese tipo de apoyo económico. Tampoco escuchó las demandas de cancelar conciertos de artistas vinculados a la propaganda oficialista.
Este vínculo de complicidad se ha vuelto a evidenciar recientemente. El alcalde de Murcia, José Ballesta (PP), mantuvo un encuentro con el ministro consejero de Cuba y parte de la élite diplomática del régimen, entre ellos Alejandro Castro, agradeciendo la visita y prometiendo cooperación económica entre Murcia y La Habana. La comunidad cubana en el exilio reaccionó con indignación ante lo que consideró una ofensa a las víctimas del castrismo, logrando que el propio alcalde eliminara la publicación de sus redes sociales tras la denuncia pública.

En Leganés, el PP ha llegado incluso a mantener un monumento en honor al Che Guevara, símbolo de represión y de lo que muchos historiadores describen como el “Holocausto homosexual” de los primeros años del castrismo.
Todo esto contrasta con la dureza con la que Feijóo y otros dirigentes del PP condenan al régimen de Nicolás Maduro. Resulta incoherente —por no decir hipócrita— denunciar al chavismo mientras se mantienen lazos con el castrismo, el verdadero sostén ideológico, logístico y financiero de la dictadura venezolana.
Los cubanos en el exilio no pedimos favores, pedimos coherencia. No se puede hablar en nombre de la libertad y, al mismo tiempo, estrechar la mano de quienes la aplastan. Si el Partido Popular quiere ser un aliado real de la democracia en América Latina, debe revisar su política hacia Cuba, romper cualquier vínculo con el castrismo y escuchar la voz del exilio cubano.
Cuando caiga la dictadura, Cuba necesitará amigos sinceros, no cómplices disfrazados de demócratas. El momento de definir de qué lado de la historia quiere estar el PP ha llegado.







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