Entre el miedo y la humillación: la peligrosa situación de los jóvenes que se retractan ante la Seguridad del Estado

Los recientes videos del médico Erlis Sierra y del enfermero Humberto Nieto Sierra, ambos de Baire, en Santiago de Cuba, muestran una realidad tan vieja como dolorosa en la historia de la represión cubana: la utilización del miedo como arma para quebrar voluntades.

En las imágenes, difundidas de manera anónima en redes sociales, los jóvenes aparecen leyendo textos bajo evidente presión, repitiendo el guion impuesto por la Seguridad del Estado. En ellos, aseguran que “no han sido maltratados”, que “no son líderes de nada” y exhortan a la población a no manifestarse, alegando que las quejas deben presentarse por los “canales oficiales”.

Estas declaraciones, claramente forzadas, no representan un acto de convicción, sino de supervivencia. El régimen los pone frente a una cámara para humillarlos, para mostrar al pueblo que el miedo aún puede más que la dignidad. Pero lo que parece una salida inmediata al peligro, se convierte, en realidad, en una condena a largo plazo.

Un doble castigo

La experiencia de otros activistas, periodistas y ciudadanos en situaciones similares demuestra que la retractación no garantiza protección. Al contrario, muchos de quienes accedieron a grabar videos bajo coerción fueron luego marginados, vigilados, sancionados en sus trabajos o incluso encarcelados nuevamente.

El régimen cubano no perdona la desobediencia, ni siquiera la que se retracta. Y mucho menos confía en aquellos que alguna vez levantaron la voz. Para las autoridades, estos jóvenes ya son “sospechosos permanentes”; para muchos ciudadanos, en cambio, representan la decepción de ver a alguien ceder ante la opresión.

Esa es la tragedia de quienes claudican bajo presión: quedan atrapados entre el desprecio del régimen y la desconfianza del pueblo.

Lo que puede venir

El futuro de Erlis y Humberto es incierto. Es posible que regresen a sus labores, pero lo harán bajo constante vigilancia y con la reputación manchada. El régimen los ha usado como ejemplo, no para reivindicarlos, sino para enviar un mensaje de control.

En la práctica, su libertad está condicionada. Cualquier palabra, gesto o contacto con medios independientes podría ser motivo de nuevas represalias. Por otra parte, la comunidad —especialmente en localidades pequeñas como Baire— tiende a estigmatizar a quienes aparecen en videos de retractación, lo que genera aislamiento y miedo.

Un régimen que no perdona

El caso de estos jóvenes reafirma que en Cuba no hay espacio para la neutralidad. Ni siquiera rendirse garantiza la seguridad. El aparato represivo del Estado busca someter, no perdonar. Y cuando logra quebrar a alguien, lo exhibe como trofeo, para que los demás aprendan que resistir tiene un costo, pero rendirse también.

Hoy, más que nunca, Erlis y Humberto representan a toda una generación atrapada entre el deber moral y el instinto de sobrevivir. Pero en Cuba, incluso la supervivencia tiene un precio demasiado alto.

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