Luis Alberto López Marrero: cuatro años de castigo ejemplar por una llamada telefónica

La familia del preso político Luis Alberto López Marrero, encarcelado por participar en las protestas del 11 de julio de 2021, denunció que desde hace más de cuatro años enfrenta represalias sistemáticas y abusos dentro del sistema penitenciario cubano, como castigo ejemplar por haber realizado una llamada telefónica a la periodista independiente Iliana Hernández cuando esta aún se encontraba en Cuba.

Según el testimonio enviado a ClickCuba, la Seguridad del Estado y los órganos del Ministerio del Interior (MININT) han impedido que López Marrero progrese en su régimen penitenciario, a pesar de que desde hace más de dos años cumplía los requisitos para ser trasladado a un campamento, como corresponde a los reclusos con buena conducta.

“A partir de aquella llamada, no lo han dejado avanzar. Ya lleva cuatro años y siete meses preso y no hay pronunciamiento, a pesar de su buena disciplina”, explicó su familiar, quien asegura que el joven ha sido víctima de torturas físicas y psicológicas.

De acuerdo con la denuncia, un teniente coronel identificado como Pedro, de la Seguridad del Estado, llegó a amenazarlo con desaparecer a su hermano menor y vincularlo falsamente a una red de narcotráfico. Otro oficial, identificado como Amed, le habría dicho: “Si quieres, te pasas los 11 años aquí”.

Durante su encarcelamiento, López Marrero también contrajo hepatitis, enfermedad por la cual fue mantenido aislado 45 días en condiciones precarias. A pesar de todo, dentro de la prisión se reconoce su buena conducta y espíritu disciplinado.

Hasta ahora, la familia había evitado denunciar públicamente por miedo a nuevas represalias, pero decidieron romper el silencio al constatar que el silencio no garantiza protección.

“Da igual que te calles o hables, porque no se libran de las represalias. Por eso es más práctico denunciar cada acto de represión que mantener el silencio”, expresó un familiar.

El caso de Luis Alberto López Marrero revela el carácter vengativo y arbitrario del sistema represivo cubano, que castiga incluso las acciones mínimas de contacto humano o comunicación con la prensa independiente. Su historia refleja cómo el régimen utiliza el sufrimiento de los presos políticos para enviar un mensaje de miedo al resto de la población.

Mientras tanto, su familia exige que se respeten los derechos penitenciarios que le corresponden por ley y que cese la persecución ejemplarizante contra quienes se atreven a pensar y expresarse libremente en Cuba.

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