El régimen cubano consolida el control sobre la masonería: la Gran Logia de Cuba, bajo tutela del poder político

El reciente comunicado del Gran Maestro Maiker Filema Duarte confirma la pérdida de independencia de la institución masónica más antigua del país. Tras meses de tensiones, sanciones y presiones del Estado, la dictadura ha conseguido someter a la Logia, el último espacio civil autónomo que le quedaba por controlar.

El comunicado emitido el 6 de octubre por el Gran Maestro de la Gran Logia de Cuba, Maiker (o Mayker) Filema Duarte, no es una simple carta administrativa. Es, en realidad, la confirmación de un proceso cuidadosamente diseñado por el régimen cubano para someter a la institución masónica y extinguir uno de los pocos espacios de autonomía que aún existían dentro del país.

Durante décadas, la masonería cubana —con más de 200 años de historia— había sobrevivido a persecuciones, censuras y cooptaciones. Pero esta vez, la maniobra ha sido efectiva: la dictadura ha logrado penetrar la Gran Logia de Cuba, reemplazando la estructura fraternal y democrática por una obediencia impuesta desde el poder político.

Del desacato a la sumisión: cómo se fraguó la toma del control

El conflicto interno comenzó a escalar a inicios de 2025, cuando Filema Duarte se negó a convocar elecciones legítimas dentro de la Alta Cámara Masónica, suspendiendo procesos y aplicando sanciones a logias que cuestionaban su autoridad.

En mayo, más del 60 % de los representantes masónicos votaron su destitución como Gran Maestro, decisión que debía ser reconocida por el Ministerio de Justicia (MINJUS) según la legislación vigente. Sin embargo, el MINJUS —bajo control directo del régimen— desestimó la resolución y ratificó a Filema Duarte en el cargo, invalidando la voluntad democrática de la institución.

A partir de ese momento, el conflicto se trasladó al terreno político. Masones disidentes denunciaron presiones, citaciones policiales y amenazas de la Seguridad del Estado. En julio, un grupo de logias tomó simbólicamente la sede de la Gran Logia en La Habana para exigir su salida. Hubo enfrentamientos, suspensiones masivas y una ola de expulsiones internas que debilitó aún más a la orden.

El comunicado del 6 de octubre: un mensaje desde el poder

En su reciente declaración, Filema Duarte agradece a las logias que “defendieron la legalidad” y acusa a sus críticos de promover “ilegalidad e inmoralidad”. Pero lo más revelador es su advertencia: anuncia que pondrá en conocimiento de las autoridades del orden público los intentos de boicot a las sesiones de la Gran Logia previstas para este mes.

Por primera vez, un líder masónico recurre abiertamente a las fuerzas del Estado para resolver conflictos internos. Esa decisión marca un antes y un después: la masonería cubana, fundada sobre el principio de independencia frente a cualquier poder temporal, ha sido formalmente subordinada al régimen.

La Logia: la última institución libre que el régimen necesitaba controlar

Históricamente, la masonería fue un refugio para el pensamiento libre, el debate y la formación moral fuera de los marcos ideológicos impuestos. Su red de talleres y logias, extendida por toda la Isla, representaba un entramado de sociabilidad civil que el régimen nunca logró desarticular del todo.

El Estado cubano ha conseguido someter iglesias, sindicatos, organizaciones culturales y movimientos juveniles, pero la masonería —por su historia, símbolos y tradición— resistía esa penetración. Hasta ahora.

El respaldo explícito del Ministerio de Justicia a Filema Duarte, la persecución a los masones disidentes y la manipulación de los mecanismos internos demuestran que el poder político ha tomado el control de la Gran Logia.

Ya no es una organización independiente: es un instrumento más bajo vigilancia y dirección estatal.

Corrupción, manipulación y fractura institucional

A las tensiones políticas se suman denuncias de corrupción que sirvieron de excusa para las purgas. Se habla de millones de pesos desviados y posteriormente devueltos, en un contexto opaco donde las investigaciones quedaron bajo control de la actual administración.

Las acusaciones cruzadas entre antiguos Grandes Maestros y la dirección de Filema Duarte no solo destruyeron la confianza interna, sino que justificaron el uso del aparato estatal para intervenir en los asuntos de la Logia.

De ese modo, la fractura moral e institucional fue el terreno fértil para la intervención definitiva del régimen.

Consecuencias: silencio, miedo y pérdida de legitimidad

El comunicado de Filema Duarte, emitido con lenguaje de autoridad y advertencias, consolida el nuevo orden:

Las logias suspendidas no podrán participar en las sesiones de octubre. Cualquier intento de resistencia será denunciado a la policía. Se mantiene una postura de “no negociación” con los opositores internos.

La masonería cubana, que alguna vez fue escuela de civismo y símbolo de fraternidad, ha sido reducida a una estructura obediente, vigilada y controlada. Sus valores de libertad, justicia y verdad quedan relegados a un discurso vacío, mientras el poder político celebra haber conquistado la última institución libre del país.

La última grieta cerrada

Con la Gran Logia bajo control del régimen, el mapa de la sociedad civil cubana queda completamente sometido.

Ya no hay sindicatos autónomos, ni movimientos estudiantiles, ni asociaciones fraternales independientes.

El comunicado del 6 de octubre no es una defensa institucional, es la confesión del triunfo del poder totalitario sobre la conciencia libre.

En Cuba, la masonería ha dejado de ser una orden moral para convertirse en una extensión simbólica del Estado.

Y con ella, se cierra una página de la historia civil cubana: la de los hombres libres que alguna vez creyeron que la verdad podía iluminar, incluso en la oscuridad.

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