
El fracaso del llamado “voluntario” del 6 de octubre revela el colapso del poder de convocatoria del régimen cubano
Las quejas públicas del presidente designado Miguel Díaz-Canel y de varios altos funcionarios del Partido Comunista de Cuba (PCC) tras la escasa participación en la jornada “voluntaria” de limpieza convocada para el domingo 6 de octubre, dejaron al descubierto una realidad inocultable: la revolución cubana ha perdido su capacidad de movilizar al pueblo.
Durante una reunión de evaluación transmitida por la televisión estatal, Díaz-Canel expresó su frustración ante el evidente fracaso del operativo de recogida de basura en la capital, admitiendo que en muchos lugares no salió nadie a trabajar.
“Hubo lugares en el municipio 10 de Octubre, que es uno de los más complicados con la basura, donde no salió nadie. Hubo lugares en Playa donde no se trabajó el tema de la basura. En La Lisa, que está bastante complicado, tampoco salió nadie a trabajar”, reconoció el mandatario.
El gobernante señaló además que “hubo centros de trabajo que no hicieron nada, ni el viernes, ni el sábado, ni el domingo” y exigió que los responsables “vengan a rendir cuentas con nombre y apellido”. “Este llamado lo hemos hecho para todo el mundo, para toda la ciudad, para resolver los problemas entre todos, con participación”, insistió.
El Primer Secretario del PCC en La Habana, Iván Izquierdo Alonso, también mostró su inconformidad con el bajo nivel de implicación de las entidades estatales.
“Todavía hay entidades municipales, provinciales y nacionales que radican en el municipio y tienen que atender las circunscripciones, y eso hay que lograr que participen”, declaró.
Por su parte, José Ramón Monteagudo Ruiz, miembro del Secretariado del Comité Central del Partido, describió la jornada como una “batalla” para obligar a los centros laborales a limpiar sus alrededores.
“Las indicaciones son para que se cumplan. ¿Qué nos impide lograr que el ciento por ciento de los centros estén como tienen que estar? Si muchos lo que necesitan es coger un machete, chapear, organizarlo y botar la basura”, dijo, en un tono que recordó las órdenes de los antiguos “trabajos productivos” de la era soviética.
El Primer Ministro Manuel Marrero Cruz intentó dar una visión de planificación, advirtiendo que si no se garantizaba la continuidad del esfuerzo, todo quedaría en nada:
“Tienen que estudiar y nos tienen que informar cómo vamos a lograr la sostenibilidad plena y total, aunque sea desde el centro de La Habana hacia afuera. Porque si no, este esfuerzo, dentro de una semana es agua pasada y tenemos La Habana igual que antes.”
Al cierre, Díaz-Canel volvió sobre otro problema que agrava la crisis sanitaria: la falta de agua.
“Sigo insistiendo que tiene que haber una programación de distribución del agua con los más afectados. Hay que ver, ¿quién lleva 30 días? Ese es el primero que le tiene que dar agua. ¿Quién lleva 25 días? ¿Quién lleva 20? Y vamos normalizando y después a todo el mundo, pero primero los más afectados.”
Un pueblo cansado que ya no responde
La escasa respuesta al llamado del 6 de octubre refleja el profundo desgaste de la estructura política cubana. Lo que en otras épocas el régimen habría convertido en una demostración de “unidad revolucionaria” terminó siendo una escena de apatía generalizada.
La Habana continúa sumida en la basura, con montañas de desechos visibles en barrios como Marianao, Diez de Octubre, La Lisa y Centro Habana. Mientras las autoridades insisten en convocatorias “voluntarias”, la población se muestra agotada, desmotivada y ajena a un discurso que ya no convence a nadie.
El fracaso del trabajo voluntario no solo evidencia el abandono de la ciudad, sino la pérdida total del poder de convocatoria del régimen.
La “revolución” que un día se proclamó del pueblo, hoy no logra que el pueblo salga ni siquiera a recoger su basura.







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