
La muerte de Assata Shakur: la fugitiva que la dictadura cubana convirtió en símbolo político
El 25 de septiembre de 2025 falleció en La Habana la ciudadana estadounidense Joanne Deborah Byron, conocida como Assata Shakur, una de las fugitivas más buscadas por el FBI durante décadas y declarada terrorista por el gobierno de Estados Unidos. Según una escueta nota del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, la mujer murió “como consecuencia de padecimientos de salud y su avanzada edad”.
Shakur, militante del Black Liberation Army, fue condenada en 1977 a cadena perpetua por el asesinato del policía estatal Werner Foerster en Nueva Jersey. Dos años después, logró fugarse de prisión con ayuda de un comando armado y en 1984 apareció en Cuba, donde recibió asilo político bajo la protección de Fidel Castro.
Una presencia incómoda para La Habana
Durante más de cuatro décadas, la figura de Assata Shakur fue un símbolo incómodo en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Washington exigió su extradición de forma reiterada, mientras La Habana se negó sistemáticamente a entregarla, presentándola como víctima del racismo institucional en el sistema judicial estadounidense.
Para el régimen cubano, Shakur representaba una pieza propagandística: la convertían en prueba de que Cuba ofrecía “refugio a los perseguidos políticos” y en emblema de la supuesta solidaridad internacionalista del castrismo. Su caso fue utilizado para reforzar la narrativa oficial de que la isla era un “bastión de resistencia” frente al imperialismo.
Terrorista para unos, símbolo para otros
En 2013, el FBI la incluyó en la lista de terroristas más buscados, ofreciendo una recompensa de dos millones de dólares por su captura. Para Estados Unidos, Shakur no era solo una fugitiva, sino un ícono del terrorismo doméstico: una militante que había asesinado a un policía, se fugó y se refugió en un país enemigo.
En contraste, el régimen cubano y sectores de la izquierda internacional la reivindicaron como una luchadora contra la discriminación racial, silenciando su historial violento y su pertenencia a un grupo armado.
El final de un capítulo
Con su muerte, el régimen cubano pierde a una de las figuras que durante años exhibió como trofeo ideológico frente a Estados Unidos. La dictadura se limita a confirmar el hecho con una breve nota oficial, sin profundizar en detalles ni homenajes públicos, lo que refleja la incomodidad que su figura generaba en el escenario diplomático actual.
El caso de Assata Shakur revela cómo el régimen cubano convirtió a una condenada por terrorismo en un símbolo político, utilizándola en su estrategia propagandística mientras desoía las reclamaciones de justicia de la familia del policía asesinado en Nueva Jersey. Su fallecimiento pone fin a una larga historia de tensiones entre Washington y La Habana, pero también expone cómo el castrismo hizo de la violencia y del enfrentamiento con Estados Unidos una herramienta de legitimación política.







Deja un comentario