
Cuba pierde 240 MW con la retirada silenciosa de la patana turca Suheyla Sultan
La central eléctrica flotante Suheyla Sultan, de bandera turca y con capacidad de generación de 240 megavatios, abandonó el puerto de La Habana en medio del mayor colapso energético que vive Cuba en décadas. La retirada de la embarcación ocurre sin anuncio oficial, sin transparencia y sin un plan alternativo creíble, agravando el ya crítico panorama de los apagones masivos que afectan a la población desde inicios de año.
El gobierno cubano justificó la salida bajo el argumento vago de “razones comerciales”, sin explicar el alcance de las afectaciones ni los términos de la finalización del contrato con la empresa Karpowership. Sin embargo, medios independientes y fuentes del sector eléctrico coinciden en señalar que la verdadera causa es la incapacidad del Estado cubano para mantener los pagos y garantizar el suministro del combustible necesario para su operación.
Un apagón anunciado
La Suheyla Sultan llegó a la isla como una solución temporal en plena crisis energética, pero pronto se convirtió en un pilar del sistema eléctrico nacional. Su desconexión representa una pérdida equivalente a toda una termoeléctrica operativa, justo en el momento de mayor demanda energética del año.
En los últimos días, usuarios reportaron en redes sociales la ausencia de humo en las chimeneas de la patana, indicio claro de que había cesado su funcionamiento. La confirmación de su retirada definitiva ha sido obtenida a través de imágenes compartidas por ciudadanos y la información cruzada de fuentes navieras. El gobierno, por su parte, ha optado por el silencio o declaraciones imprecisas que evaden responsabilidades.
Un modelo insostenible
El caso de la Suheyla Sultan pone en evidencia el fracaso del modelo energético implementado en Cuba en los últimos años. Las patanas turcas, concebidas como medida de emergencia, se convirtieron en una dependencia estructural, sin que se desarrollaran alternativas viables a mediano plazo.
Desde 2019, el régimen cubano llegó a tener hasta ocho patanas en funcionamiento. Hoy solo queda una operativa, en condiciones limitadas y con apenas una fracción de su capacidad activa. La salida progresiva de estas plataformas, acelerada por los impagos y la escasez de recursos, deja al país sin respaldo y sin margen de maniobra.
Opacidad contractual
A diferencia de otros países que han contratado servicios similares con Karpowership y han publicado los detalles de los acuerdos, el gobierno cubano nunca ha informado oficialmente cuánto ha pagado por el arrendamiento de estas plataformas, ni qué cláusulas rigen su mantenimiento, operación o eventual retiro.
Lo que sí se sabe, a través de análisis independientes, es que operar una patana como la Suheyla Sultan supone un gasto millonario mensual. A eso se suma el costo del combustible, que debía ser suministrado por Cuba bajo estándares específicos. En medio de una profunda crisis económica, mantener este esquema resultó insostenible.
Consecuencias inmediatas
La retirada de la Suheyla Sultan agrava una situación ya límite. En las últimas semanas, el déficit de generación eléctrica ha superado los 1 500 megavatios en horas pico, provocando apagones de más de 20 horas diarias en varias provincias. Las consecuencias son palpables: pérdidas en la cadena alimentaria, paralización de servicios básicos, aumento del malestar social y un deterioro creciente de la vida cotidiana.
En este contexto, la única alternativa presentada por el gobierno ha sido la promesa de un futuro basado en energías renovables. Sin embargo, más allá de los anuncios oficiales sobre la construcción de parques solares con apoyo extranjero, no existe un cronograma público, ni inversiones visibles, ni resultados medibles que respalden esa promesa.
Una crisis sin gestión
La salida de la Suheyla Sultan no solo marca el fin de una etapa, sino que expone la ausencia de gestión real frente a la crisis energética. El gobierno cubano no ha ofrecido explicaciones técnicas, económicas ni sociales ante la pérdida de un activo clave para el sistema eléctrico nacional. Tampoco ha informado a la ciudadanía sobre cómo pretende compensar esa pérdida.
La falta de planificación, la opacidad y la improvisación continúan siendo los rasgos predominantes en la conducción del sector energético. Mientras tanto, la población cubana enfrenta las consecuencias de decisiones que nunca fueron consultadas, cuyos costos recaen exclusivamente sobre sus hombros.
La retirada de la patana Suheyla Sultan es el reflejo de una estructura estatal en colapso, incapaz de sostener siquiera sus parches de emergencia. En lugar de encarar la crisis con responsabilidad y transparencia, el régimen opta por el ocultamiento y la propaganda, mientras la población paga el precio con más oscuridad, más precariedad y más desesperanza.
Cuba no necesita promesas futuras ni excusas del pasado: necesita soluciones reales y una conducción política que ponga a su pueblo por delante de los intereses de una élite que ya no tiene cómo sostener el país que dice gobernar.







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