
Más de 20 horas sin electricidad: el colapso del sistema energético en Cuba se agrava con un déficit superior a los 1.900 MW
El colapso del sistema eléctrico en Cuba se ha intensificado en las últimas 24 horas, dejando a buena parte de la población con más de 20 horas sin servicio eléctrico continuo. La afectación registrada alcanzó los 1.916 megavatios (MW) durante el horario pico de la noche del lunes, una cifra alarmante que representa más del 50 % de la demanda nacional y que, traducida en términos cotidianos, equivale a apagones casi totales durante todo el día en numerosos territorios del país.
El significado real del déficit eléctrico
La Unión Eléctrica de Cuba (UNE) reportó este martes una disponibilidad de apenas 1.650 MW frente a una demanda de 3.070 MW a las 7:00 de la mañana. Esta diferencia de 1.447 MW no es solo una cifra técnica: es el equivalente a dejar sin electricidad a casi la mitad del país durante largos períodos del día.
Según estimaciones técnicas y reportes ciudadanos, un déficit sostenido de esta magnitud se traduce en cortes de electricidad que superan las 20 horas diarias en múltiples zonas del país, con apenas breves lapsos de servicio, generalmente en horarios rotativos e impredecibles.
Causas estructurales de una crisis prolongada
El origen de la crisis energética cubana es multifactorial, pero en los últimos días se han conjugado varios elementos que agravan aún más la situación:
- La termoeléctrica Antonio Guiteras, la más potente del país, salió de servicio el lunes debido a una avería en la caldera. Según la UNE, permanecerá fuera del sistema durante al menos cuatro días.
- Otras unidades clave en las plantas de Santa Cruz, Felton, Renté y Energas Varadero también están fuera de funcionamiento por roturas o mantenimientos programados.
- Noventa y cuatro grupos electrógenos distribuidos por todo el país se encuentran paralizados por falta de combustible, lo que representa cerca de 800 MW adicionales fuera del sistema.
- Las patanas flotantes en el puerto de La Habana, que aportan energía a través de motores diésel, también han reducido su capacidad operativa por la misma razón.
Además de estas afectaciones, se reportan limitaciones térmicas en la operación de otras plantas, sumando más de 400 MW comprometidos que no pueden ser utilizados.
Energías renovables insuficientes
El aporte de los parques solares, a pesar de su crecimiento en los últimos años, sigue siendo marginal. Los 24 parques activos generaron un pico de 503 MW al mediodía del lunes, pero esta energía no puede almacenarse ni sostener la demanda nocturna. Por tanto, el déficit persiste con igual intensidad cuando más se necesita el servicio eléctrico.
Impacto social: alimentos perdidos, servicios colapsados y desesperación
Más allá de los informes oficiales, los testimonios que llegan desde distintas provincias dibujan un escenario de deterioro acelerado de las condiciones de vida. Los apagones prolongados afectan la conservación de alimentos, el suministro de agua, el funcionamiento de hospitales y centros escolares, y dificultan gravemente las comunicaciones.
En territorios como Camagüey, Las Tunas, Granma, Holguín y Sancti Spíritus, se reportan cortes de más de 24 horas continuas sin programación clara, generando un clima de angustia e incertidumbre. La falta de transparencia por parte del Gobierno y la ausencia de información detallada por provincias han dejado a la ciudadanía desinformada y a merced del caos energético.
Una crisis que no muestra señales de solución
Pese a los comunicados técnicos de la UNE, el régimen cubano no ha ofrecido medidas concretas para resolver a corto o mediano plazo la grave crisis energética. No se ha informado sobre nuevos acuerdos de importación de combustible ni sobre planes de modernización de la infraestructura, cuya obsolescencia es reconocida incluso por las autoridades.
El país enfrenta una situación límite en la que la infraestructura energética no solo está colapsada, sino que carece de respaldo financiero y logístico para recuperarse. Mientras tanto, la población cubana continúa resistiendo apagones cada vez más largos, con un impacto directo en la salud, la alimentación, la seguridad y la vida cotidiana.







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