Pedro Sánchez y la trama Koldo: ¿Ignorancia estratégica o tolerancia culpable?

El informe de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, que revela una compleja trama de corrupción operada desde el Ministerio de Transportes y conectada directamente con altos cargos del PSOE, ha dejado al descubierto mucho más que una serie de delitos presuntamente cometidos por José Luis Ábalos, Koldo García y Santos Cerdán. Ha puesto en cuestión la figura del presidente Pedro Sánchez, quien ahora enfrenta el mayor reto de legitimidad política de su mandato.

Porque los implicados no eran actores secundarios. Ábalos fue su hombre de confianza, el artífice de su ascenso interno en el PSOE, ministro de Fomento y posteriormente Transportes, y hasta 2021, Secretario de Organización del partido. Koldo, su asesor de confianza, se movía en aviones oficiales, intermediaba con empresarios y gestionaba favores políticos y personales. Santos Cerdán, por su parte, es hoy el número dos del PSOE, acusado en el informe de haber recibido 15.000 euros en efectivo como parte de esta red.

¿Es creíble que Pedro Sánchez no supiera nada? ¿Podía un presidente tan controlador, que ha centralizado las decisiones de partido y gobierno, ignorar los manejos irregulares de su círculo más cercano?

El informe no lo menciona como implicado directo. Pero tampoco puede obviarse lo siguiente:

Fue él quien colocó a Ábalos en un ministerio estratégico. Fue bajo su gobierno que Koldo acumuló poder sin tener una función clara. Fue su partido el que mantuvo a Santos Cerdán en el núcleo de mando, incluso tras las primeras sospechas públicas.

Sánchez ha optado por el silencio. No ha exigido explicaciones, ni ha apartado a Cerdán, ni ha ordenado una auditoría interna. Esa pasividad puede interpretarse de dos formas: o bien no quiere saber, o bien ya sabía y prefiere proteger el control del partido a asumir costos políticos.

En cualquier caso, su responsabilidad ya no es solo política: es moral y estratégica. En un país donde la corrupción ha arruinado carreras y gobiernos, Sánchez no puede limitarse a mirar a otro lado mientras se derrumba el relato de la regeneración socialista.

Los audios de Koldo son demoledores. Las adjudicaciones manipuladas están documentadas. Los pagos en efectivo no son conjeturas. Y la sombra de la impunidad se extiende desde ministerios hasta la calle Ferraz. No estamos ante un caso aislado, sino ante lo que la UCO define como una organización criminal con roles bien definidos.

Sánchez deberá elegir entre proteger a los suyos o proteger la credibilidad de su Gobierno. Lo que haga —o no haga— en los próximos días definirá su legado. Porque en política, cuando la corrupción salpica a todo tu entorno, no saber no te exime: te hace responsable.

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