
Reconocen públicamente a la mujer que increpó a Mike Hammer: una operación orquestada por la Seguridad del Estado
La página de Facebook La Tijera denunció este martes una actividad oficial encabezada por el secretario del Partido Comunista en el municipio Plaza, Roilán Rodríguez Barbán, en la que se rindió homenaje a Lyzett Castro Toledo, identificada como agente de la Seguridad del Estado, por su actuación contra el jefe de misión de la Embajada de Estados Unidos en Cuba, Mike Hammer.
Según el post, la actividad contó con reconocimientos a nombre del propio Miguel Díaz-Canel, de Raúl Castro y de la cúpula del régimen, como agradecimiento a la intervención de Castro Toledo, quien increpó al diplomático estadounidense durante su visita a la iglesia de Regla el pasado domingo, en un episodio que ya había sido denunciado como una maniobra coordinada por el aparato represivo cubano.





Durante el acto, los presentes corearon consignas contra Estados Unidos y calificaron a Hammer de “mercenario”, al tiempo que vociferaban: “Aquí no se rinde nadie”, una frase que el oficialismo ha convertido en consigna para encubrir su intolerancia frente a cualquier crítica o disenso.
El reconocimiento público a la agresora desmonta toda narrativa de espontaneidad en el incidente ocurrido en Regla. Como ya habíamos advertido, lo sucedido fue un montaje del régimen, con cámaras listas y la escena diseñada para ser grabada y difundida inmediatamente por páginas afines al castrismo.
La premiación a Lyzett Castro confirma que no se trató de una ciudadana indignada, sino de una operación propagandística cuidadosamente dirigida por la Seguridad del Estado, con el fin de generar confrontación política y desacreditar la creciente interacción entre funcionarios estadounidenses y ciudadanos cubanos.
En este contexto, se acusa al régimen de seguir utilizando la mentira como herramienta de control, y afirma que la dictadura castrista “siempre ha mentido”, calificando como “genocida” a Raúl Castro y como “designado” a Díaz-Canel, en referencia al carácter no electo del poder que detentan.
Lejos de inspirar respeto, este tipo de actos refuerza la imagen de un sistema cerrado sobre sí mismo, que premia el servilismo, reprime la verdad y teme profundamente cualquier apertura democrática. Mientras sectores de la sociedad cubana —especialmente jóvenes— exigen reformas y derechos, el régimen responde con montajes, insultos y condecoraciones a quienes agreden en su nombre.







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