El servicio militar en Cuba: una condena disfrazada de obligación

Las imágenes de Daniel Saldivar Tamayo que circulan en redes sociales son un testimonio crudo y devastador de la realidad que enfrentan muchos jóvenes cubanos en el Servicio Militar Obligatorio (SMO). En la primera imagen, se ve a un joven fuerte y saludable, mientras que en la segunda aparece irreconocible: desnutrido, visiblemente maltratado y con signos evidentes de sufrimiento físico y psicológico.

Según denuncias de sus allegados, Daniel se negó a servir en las filas del ejército cubano, como hacen la mayoría de los jóvenes que, sin otra opción, son forzados a cumplir esta orden impuesta por el régimen. Sin embargo, su negativa no fue aceptada. Fue buscado en su casa, arrestado violentamente y trasladado a una unidad en La Habana conocida como “el globo”, un centro de castigo para aquellos que se oponen a servir a la dictadura.

Esta práctica represiva forma parte del control absoluto que el régimen cubano ejerce sobre su población, utilizando el servicio militar no solo como un mecanismo de adoctrinamiento, sino como una herramienta de castigo y humillación para quienes desafían su autoridad. En este centro, los jóvenes son sometidos a condiciones infrahumanas, privaciones extremas y tratos crueles que buscan quebrantar su voluntad y convertirlos en piezas sumisas del sistema.

El caso de Daniel no es único. A lo largo de los años, han surgido múltiples denuncias sobre abusos dentro del Servicio Militar en Cuba: desde trabajos forzados, maltratos físicos y psicológicos, hasta negligencia médica que ha llevado a la muerte a reclutas. Sin embargo, estos hechos suelen ser ocultados por las autoridades, que insisten en que el SMO es un “deber patriótico”.

Pero, ¿qué patriotismo puede haber en un sistema que destruye a su juventud? ¿Cuánto más se debe soportar esta opresión disfrazada de “formación militar”?

Las imágenes de Daniel Saldivar Tamayo deben servir como un llamado de atención y una evidencia más de que el régimen cubano no protege ni respeta a sus ciudadanos. Es urgente denunciar estos crímenes y exigir justicia para los jóvenes cubanos que, como Daniel, solo quieren vivir en libertad.

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