Cuba 2024: Un año marcado por el desastre y la desesperación

El 2024 será recordado como uno de los años más sombríos para Cuba. A lo largo de doce meses, los cubanos enfrentaron una combinación devastadora de crisis económica, apagones, desastres naturales y una represión gubernamental que no dio tregua. La vida diaria se convirtió en una lucha constante por la supervivencia, mientras el régimen de Miguel Díaz-Canel mostraba una desconexión total de las necesidades de la población.

La caída de Alejandro Gil y el caos económico.

La destitución y posterior detención del ministro de Economía, Alejandro Gil Fernández, a principios de febrero, marcó un punto crítico en el año. Considerado el arquitecto de las desastrosas políticas económicas del régimen, Gil fue señalado por corrupción y otras irregularidades. Sin embargo, su salida no trajo soluciones: la economía continuó en caída libre, con una inflación descontrolada que convirtió los salarios en papel sin valor. La población sufrió el incremento de los precios de alimentos y productos básicos, con un salario promedio de 3.000 CUP incapaz de cubrir las necesidades más esenciales.

Crisis energética y apagones interminables

El colapso del sistema eléctrico fue otro golpe devastador. En octubre, una falla en la central termoeléctrica Antonio Guiteras provocó un apagón nacional que dejó a más de 10 millones de personas sin electricidad durante días. Esto se agravó con el huracán Rafael en noviembre, que desnudó aún más las debilidades de la infraestructura energética del país. Los cortes de luz, que en algunas zonas alcanzaron hasta las 21 horas diarias, paralizaron la vida cotidiana, afectando la conservación de alimentos y agravando el descontento social.

Desastres naturales que profundizan la crisis

El huracán Oscar en octubre y un terremoto de magnitud 6.8 en noviembre golpearon severamente a una población ya vulnerable. Baracoa fue una de las áreas más afectadas, con la destrucción de viviendas, siete muertes confirmadas y miles de damnificados. Estos desastres no solo causaron pérdidas materiales, sino que dejaron a muchas familias desamparadas y sin recursos para reconstruir sus vidas.

Escasez crónica de alimentos y productos básicos.

La escasez, ya endémica, alcanzó niveles críticos este año. En provincias como Guantánamo y Baracoa, la falta de azúcar obligó a los habitantes a fabricar guarapo artesanal para endulzar sus alimentos. La situación se replicó con otros productos esenciales como arroz, aceite y pan, cuyos precios superaron ampliamente el ingreso promedio. Para muchos, la simple supervivencia se convierte en un desafío insuperable.

Represión y persecución política

El régimen intensificó la represión contra voces disidentes y periodistas independientes, utilizando la intimidación y la censura como armas para silenciar las críticas. La confiscación de equipos, detenciones arbitrarias y amenazas llevaron al exilio a varios comunicadores. Al mismo tiempo, la población enfrentó un aumento de la vigilancia y el control, lo que dificultó aún más la organización de protestas y denuncias.

Políticas gubernamentales desconectadas

Mientras el pueblo enfrentaba apagones y hambre, el régimen priorizó la construcción de hoteles y la inversión en el sector turístico. Estas decisiones, percibidas como una burla a las necesidades de la ciudadanía, alimentaron el descontento. Las protestas, aunque limitadas por la represión, fueron una muestra del creciente hartazgo de la población.

Un año de resistencia y lucha

A pesar de las adversidades, los cubanos han demostrado una resiliencia admirable. En un entorno marcado por la desesperanza, muchos continúan denunciando las injusticias y buscando formas pacíficas de alcanzar un cambio a la democracia.

El 2024 quedará en la memoria de los cubanos como un año de tragedias encadenadas: desde la crisis económica y energética hasta los desastres naturales y la represión política. En este panorama desolador, la pregunta que surge es cuánto tiempo más podrá resistir un pueblo que clama por justicia, libertad y dignidad.