
El SBU elimina al Teniente General Ígor Kiríllov en territorio ruso
El teniente general Ígor Kiríllov, jefe de las Tropas de Defensa Radiológica, Química y Biológica de las Fuerzas Armadas de Rusia, falleció el 17 de diciembre de 2024 en Moscú a causa de un atentado con bomba. El artefacto explosivo, oculto en un patinete eléctrico estacionado cerca de la entrada de un edificio residencial en la avenida Riazanski, fue detonado a distancia mientras Kiríllov y su asistente se dirigían a su vehículo oficial. Ambos murieron en el acto, y la explosión causó daños materiales significativos en la zona.
El Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) reivindicó la autoría del atentado, calificando a Kiríllov de criminal de guerra por su presunta implicación en el uso de armas químicas prohibidas durante la invasión rusa de Ucrania. Según el SBU, Rusia ha empleado este tipo de armamento en más de 4.800 ocasiones desde el inicio del conflicto, resultando en la intoxicación química de más de 2.000 soldados ucranianos y la muerte de al menos tres de ellos.
Kiríllov, de 54 años, dirigía las fuerzas de defensa NBQ de Rusia desde 2017 y había sido sancionado por países occidentales debido a su presunta participación en el uso de armas químicas. Era conocido por sus frecuentes apariciones en medios rusos, donde acusaba a Ucrania de desarrollar armas biológicas y químicas, afirmaciones que carecían de evidencia según organismos internacionales.
La comunidad internacional ha reaccionado de diversas maneras al atentado. El gobierno británico, a través de un portavoz del primer ministro Keir Starmer, declaró que no lamentará la muerte de alguien que ha fomentado una invasión ilegal y causado sufrimiento al pueblo ucraniano, reiterando el derecho de Ucrania a defenderse.
Por su parte, el expresidente ruso Dmitri Medvédev señaló a Kiev como responsable del ataque y prometió venganza, afirmando que las fuerzas del orden deben encontrar a los asesinos en Rusia y hacer todo lo posible para destruir a los instigadores en Ucrania.
Este atentado se suma a una serie de operaciones atribuidas a los servicios secretos ucranianos en territorio ruso, evidenciando la capacidad de Ucrania para llevar la guerra más allá de sus fronteras y aumentando la presión sobre el Kremlin en un conflicto que se recrudece día a día.







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