
La trampa estructural del emprendimiento en Cuba: Una economía diseñada para la ilegalidad
En un contexto donde el régimen cubano despliega un vasto “Ejercicio Nacional de Prevención y Enfrentamiento” contra las ilegalidades, resulta imprescindible analizar la raíz del problema: ¿puede existir una micro, pequeña o mediana empresa (mipyme) completamente legal en Cuba? La respuesta, al observar el modelo económico cubano, apunta a un sistema deliberadamente diseñado para mantener a los emprendedores en un estado de vulnerabilidad jurídica y económica.
El chantaje como mecanismo de control
Desde la legalización de las mipymes en 2021, el marco regulatorio ha impuesto restricciones casi imposibles de cumplir. Los emprendedores enfrentan trabas como:
• Falta de acceso a mercados mayoristas: obligándolos a depender del mercado informal para abastecerse.
• Regulaciones de precios arbitrarias: que a menudo no reflejan los costos reales de operación en un país con una economía distorsionada.
• Altos impuestos y fiscalización constante: que pueden interpretarse de manera discrecional por las autoridades.
Este panorama fuerza a los emprendedores a operar al margen de la ley en algún punto, convirtiéndolos en objetivos fáciles para el régimen. El reciente informe oficial menciona más de 900 multas a entidades estatales y 50 procesos penales contra propietarios de negocios no estatales. Pero, ¿cómo cumplir con la ley en un sistema que parece diseñado para la infracción?
El peligro de emprender en Cuba
La narrativa oficial insiste en que estas acciones buscan combatir la corrupción y preservar la “tranquilidad ciudadana”. Sin embargo, los operativos masivos, que incluyen cierres policiales y juicios ejemplarizantes, revelan otra intención: mantener el control absoluto sobre la economía y la población.
Los emprendedores no solo enfrentan riesgos legales, sino también un ambiente hostil donde:
• La discrecionalidad del MININT y la Fiscalía convierte cualquier desliz administrativo en un delito grave.
• La falta de acceso a financiamiento y tecnología moderna limita las posibilidades de crecimiento y competencia.
• La presión social y económica agrava la percepción de inseguridad para quienes deciden emprender.
Además, cualquier éxito visible puede convertir a los empresarios en blancos de las autoridades, bajo acusaciones de “especulación”, “precios abusivos” o incluso “corrupción”.
Un sistema sin salida
El verdadero problema no radica en los emprendedores, sino en el sistema que los obliga a operar en la informalidad. Este diseño no es fortuito; permite al régimen chantajear a los empresarios y usarlos como chivos expiatorios para justificar su ineficiencia económica. La lucha contra la corrupción se convierte así en un espectáculo, mientras las causas estructurales permanecen intactas.
Montar una empresa en Cuba no solo es un desafío financiero, sino un acto de valentía que implica enfrentar un sistema diseñado para criminalizar la iniciativa privada. En lugar de fomentar el emprendimiento como motor de desarrollo, el régimen lo utiliza como herramienta de control y represión.
Para cualquier cubano que contemple emprender en la isla, la realidad es clara: las reglas del juego están hechas para que pierdas. Mientras el régimen mantenga un sistema económico opaco y represivo, la legalidad será un sueño inalcanzable, y el peligro, una constante.







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