Hornillas de carbón: una alternativa obligada para cocinar en el oriente cubano

En las provincias orientales de Cuba, la grave crisis energética ha forzado a los ciudadanos a buscar soluciones desesperadas para cocinar sus alimentos. Ante la falta crónica de electricidad y gas licuado, el carbón se ha convertido en la única opción viable para muchos hogares. Esta realidad ha dado lugar al surgimiento de pequeños emprendimientos locales que ofrecen hornillas de carbón como alternativa, las cuales se venden a un precio promedio de 2,000 pesos cubanos, una cifra alarmante considerando que el salario mínimo en el país es de 2,100 pesos mensuales.

Aunque cocinar a la brasa es una técnica apreciada por el sabor que otorga a los alimentos, en este contexto no es una elección, sino una imposición de las circunstancias. La falta de opciones energéticas ha dejado a las familias cubanas con pocas alternativas, en un país donde la crisis económica y la inflación agravan la situación día a día.

Adaptarse o no comer

La hornilla de carbón, hecha de metal reciclado y diseñada para soportar el calor intenso, ha ganado popularidad como una solución práctica, aunque cara, para enfrentar la escasez. Estas hornillas, que pueden ser fabricadas de manera artesanal, están siendo comercializadas por pequeños emprendedores locales que han visto en esta crisis una oportunidad para suplir una necesidad creciente. No obstante, los precios de estas hornillas son casi prohibitivos, considerando que el salario mínimo mensual equivale, según la tasa de cambio del mercado informal, a menos de 9 dólares estadounidenses.

Esta dependencia del carbón, además de ser un indicador de las precariedades energéticas del país, también refleja un retroceso en la calidad de vida de los cubanos. La preparación de alimentos, una actividad básica y cotidiana, ahora se convierte en un desafío diario que implica horas dedicadas a encender y mantener el fuego, un proceso que consume tiempo y esfuerzo en medio de otras carencias.

Un reflejo de la crisis económica

El alto costo de las hornillas, sumado al precio del propio carbón, que también ha experimentado un aumento debido a la demanda, muestra las limitaciones del poder adquisitivo en un contexto inflacionario. Esta situación no solo afecta el acceso a bienes básicos, sino que incrementa la carga económica para las familias cubanas, que deben priorizar entre alimentos, transporte y ahora, métodos para cocinar.

En un país donde cocinar debería ser un acto sencillo, el uso obligado de hornillas de carbón destaca como un símbolo de la lucha cotidiana por sobrevivir. Mientras tanto, las soluciones reales al déficit energético parecen estar cada vez más lejos, dejando a los cubanos atrapados en un ciclo de escasez que afecta todos los aspectos de su vida diaria.

En definitiva, la proliferación de hornillas de carbón en el oriente cubano no es un signo de progreso, sino una evidencia más de cómo las crisis energética y económica están moldeando la vida de los ciudadanos, obligándolos a retroceder décadas en términos de bienestar y calidad de vida.

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