En un llamado contundente y cargada de convicción, el activista cubano Samuel Rodríguez Ferrer invita a los hombres de Cuba a enfrentar la realidad de una vida sin libertad. Inspirándose en figuras históricas como Patrick Henry, quien en la lucha por la independencia de Estados Unidos pronunció el célebre “Dadme la libertad o dadme la muerte”, Rodríguez Ferrer recuerda la importancia de un compromiso personal e inquebrantable con la libertad.

La comparación no es casual. Estados Unidos, señala, disfruta hoy de una libertad y prosperidad económica construidas a partir de sacrificios y de un valor innegociable por la independencia. Para Rodríguez Ferrer, esa misma determinación es la que hoy debe inspirar a los cubanos.

Nacer, crecer y envejecer solo con el propósito de la supervivencia, eso es de animales ”, afirma con crudeza, desafiando a sus compatriotas a no conformarse con una vida limitada a lo esencial. Según él, la libertad no es una concesión que les llegará de manera espontánea ni una realidad que les será impuesta desde el exterior; es, ante todo, una responsabilidad de los cubanos.

La llamada al despertar
Rodríguez Ferrer enfatiza que “la libertad está en manos de los cubanos”. Aunque muchos esperan soluciones externas o se aferran a la esperanza de que otros resolverán su situación, el activista subraya que la única forma de cambiar el rumbo de la nación es asumiendo responsabilidad. Al recordar la metáfora de “llevar al río”, critica la inercia de quienes prefieren mantenerse en la queja sin actuar.

“No busques salvadores, ni llores al mundo tu desgracia”, insta. Para él, es una realidad amarga pero irrefutable: el cambio solo llegará cuando los cubanos estén dispuestos a reclamar lo que les ha sido arrebatado. La responsabilidad individual, señala, es la única garantía de una Cuba verdaderamente libre.

Un mensaje para las generaciones futuras
El llamado de Rodríguez Ferrer apunta también a la necesidad de pensar en las futuras generaciones. En su llamado, insta a los cubanos a romper con el ciclo de opresión que sus propios padres y abuelos contribuyeron a instaurar y perpetuar, aunque sea de manera involuntaria. Según el activista, el presente de los cubanos no es solo consecuencia de las acciones de generaciones anteriores, sino un legado que ellos mismos están construyendo para sus hijos y nietos. “Si no actuamos hoy”, advierte, “ese legado será aún peor”.

Entre el temor y la dignidad
Rodríguez Ferrer plantea una comparación profunda entre la vida en libertad y la vida en prisión. Para él, la situación actual convierte a los cubanos en prisioneros sin dignidad, pues, en sus palabras, “en la calle eres un preso humillado”. El miedo a la represión y la escasez impiden a muchos tomar una decisión. Sin embargo, el activista insta a asumir el riesgo, argumentando que, en última instancia, una vida digna exige sacrificios.

Su llamado es tajante: luchar por un futuro que valga la pena para sus hijos, uno que no sea una simple repetición de las penurias que ellos mismos han padecido. Para Rodríguez Ferrer, el cambio es una responsabilidad y una obligación moral para con sus hijos y con el país.

El mensaje de Samuel Rodríguez Ferrer se erige como un llamado urgente a la acción ya la autoconciencia para los cubanos. Al igual que Patrick Henry, que proclamó la libertad como un derecho irrenunciable, Rodríguez Ferrer llama a su pueblo a tomar en sus manos el destino que les pertenece.

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