
Oscar Casanella Saint-Blancard, bioquímico, exprofesor de Inmunología en la Universidad de La Habana e investigador en el Instituto Nacional de Oncología y Radiobiología (INOR), es también un destacado activista cubano por los derechos humanos. Nacido en La Habana, su vida profesional estuvo marcada por el compromiso con la ciencia y la educación hasta que, en 2013, el régimen cubano desvió su carrera hacia un camino de persecución y censura que culminaría en su exilio.
Casanella, quien trabajó durante 12 años en el INOR, comenzó su activismo en 2013 al organizar una reunión para dar la bienvenida a su amigo Ciro Javier Díaz Penedo, miembro del grupo contestatario Porno para Ricardo. Este evento le valió la atención indeseada de la Seguridad del Estado, que lo amenazó y presionó para que cancelara el encuentro. A partir de ese momento, comenzó a experimentar el peso de la maquinaria represiva del régimen, que se tradujo en acoso laboral, intimidaciones y, eventualmente, en su expulsión del INOR y de la Universidad de La Habana en 2016 debido a su relación con figuras de la oposición política. A pesar de estas sanciones, Casanella continuó con su activismo, denunciando las violaciones de derechos humanos en el país y participando en manifestaciones.
En noviembre de 2020, su compromiso con la justicia social lo llevó a sumarse al acuartelamiento en la sede del Movimiento San Isidro, una protesta pacífica que exigía la liberación del rapero Denis Solís. Este acto intensificó el acoso en su contra, dando paso a detenciones arbitrarias y a una vigilancia constante en su hogar. Sin embargo, fue durante la manifestación del 27 de enero de 2021 frente al Ministerio de Cultura, cuando el activista sufrió una brutal golpiza y un arresto violento que marcaron el inicio de un asedio sistemático y constante por parte de la policía política cubana.


Desde aquel arresto, la vida de Casanella y su familia se volvió una pesadilla. Entre enero y abril de 2021, su casa fue rodeada de manera intermitente por agentes de la Seguridad del Estado. En abril, el cerco se intensificó y se convirtió en permanente; las autoridades permitían a Casanella salir solo dos o tres días al mes. A la vez, el monopolio estatal de telecomunicaciones, ETECSA, cortó su acceso a internet móvil y el de su esposa, dejándolos aislados.
En noviembre de 2021, la policía política le informó, desde la reja de su propia casa, que le retirarían temporalmente el operativo de vigilancia para que pudiera realizar trámites migratorios, pero con una amenaza: si no abandonaba el país en el plazo de un mes, enfrentaría prisión en régimen cerrado. Con esa presión, Casanella y su familia intentaron salir de Cuba. Solicitaron una visa de turismo a Panamá, la cual nunca llegó, y contrataron los servicios de un supuesto abogado en México para gestionar una visa de trabajo. Sin embargo, sus intentos fueron obstaculizados continuamente.
El 10 de diciembre de 2021, Casanella, su esposa, embarazada de seis meses, y su hijo de cuatro años partieron de Cuba rumbo a Ciudad de México, haciendo escala en Bogotá, Colombia. Durante esa escala, las autoridades nicaragüenses, que inicialmente habían anunciado libre entrada para los cubanos, les negaron la entrada alegando incorrectamente que su prueba RT-PCR era un test rápido. En México, agentes de migración los detuvieron, confiscaron sus pasaportes, teléfonos y equipaje, y separaron a Casanella de su esposa e hijo. Fueron obligados a firmar una carta renunciando a la solicitud de refugio en México y, posteriormente, Avianca los devolvió a Bogotá. Allí, el personal de la aerolínea les informó que serían regresados a Cuba. Casanella y su familia se opusieron firmemente a esta medida, expresando que regresar implicaría enfrentar persecución política.
Tras casi una semana durmiendo en el suelo del aeropuerto El Dorado y con la ayuda de activistas y organizaciones de derechos humanos, Migración Colombia les otorgó un salvoconducto temporal. A pesar de sus intentos, sus opciones continuaron siendo limitadas: intentaron viajar nuevamente a Nicaragua, pero las autoridades nicaragüenses emitieron una lista de inadmitidos en la que aparecían sus nombres. Eventualmente, lograron ingresar a Costa Rica el 30 de diciembre de 2021.
La situación en América Latina continuó siendo peligrosa para la familia de Casanella, quien temía la infiltración de la policía política cubana en la región. El 5 de enero de 2022, decidieron cruzar irregularmente las fronteras de Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y México. El 16 de enero de 2022, desde territorio mexicano, lograron llegar a la frontera con Estados Unidos y se entregaron a un oficial de inmigración en El Paso, Texas. Allí, al solicitar una entrevista de miedo creíble, Casanella fue intimidado cuando el oficial estadounidense, en un acto amenazante, colocó la mano sobre su pistola y le ordenó guardar silencio, dejando claro que las preguntas y decisiones las tomaban ellos.
Liberados dos días después con el documento I-220A pero sin una entrevista de miedo creíble ni el “Notice to Appear”, Casanella presentó su solicitud de asilo en marzo de 2022, programándose su primera audiencia para mayo de 2025. Al igual que otros migrantes cubanos, enfrenta un proceso prolongado e incierto para obtener refugio seguro en un país que admira profundamente. Sin embargo, su caso es amargo, pues ha observado cómo algunos de sus represores, identificados en el sitio represorescubanos.com desde 2015, han ingresado y regularizado su estatus en Estados Unidos sin impedimentos, mientras él enfrenta una espera prolongada y extenuante.
Para Oscar Casanella, el exilio fue una decisión forzada por el asedio y la represión de un régimen que castiga a quienes alzan la voz en defensa de la libertad. Hoy, lejos de su tierra natal, sigue luchando por los derechos humanos y denunciando las injusticias que sufren los cubanos, manteniendo su compromiso con la causa que lo impulsó a activarse políticamente hace más de una década.







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