La conmovedora y trágica historia compartida en Facebook por Grisel Cristina Bricullet García ilustra la triste realidad de un sistema de salud que, lejos de ser la «potencia médica» que proclama el gobierno cubano, parece operar en un estado de abandono y carencia absoluta. El relato de Grisel sobre los últimos días de su padre en un policlínico en Mariel, acompañado de impactantes imágenes, es una denuncia pública de la desatención y el sufrimiento que él y su familia padecieron.
Según Grisel, su padre ingresó el 28 de noviembre al policlínico, un lugar que en teoría debería ofrecer atención hospitalaria adecuada, pero que en la práctica funcionó más como un «matadero humano». En estado crítico, el hombre necesitaba desde analgésicos hasta vitaminas y sueños, recursos básicos que el hospital no pudo proporcionar. Su madre, desesperada, tuvo que recurrir al mercado negro y hasta a la iglesia para obtener estos suministros. Lo más desgarrador es que ni siquiera había instrumental básico para poder tratar a su padre adecuadamente; los insumos y equipos esenciales brillaban por su ausencia.

Entre las negligencias más graves mencionadas, destaca la falta de una sonda para alimentarlo correctamente. Al no haber disponibilidad de equipos médicos necesarios, la madre de Grisel se vio obligada a administrarle alimentos y líquidos con una cuchara, un procedimiento arcaico e inhumano para alguien en estado crítico. La situación se volvió aún más desesperante cuando los médicos le diagnosticaron «muerte cerebral» sin monitorearlo adecuadamente, argumentando que el monitor se había mojado debido a una gotera.
Pero la lista de carencias no termina aquí. Durante seis días, este paciente crítico permaneció en cuidados intensivos esperando una ambulancia que nunca llegó. En esas condiciones deplorables y sin acceso a un hospital con los recursos necesarios, su salud fue decayendo hasta fallecer. Grisel denuncia que el poco cuidado que recibió su padre fue gracias a la intervención de dos médicos, quienes, a pesar de estar limitados por el sistema, hicieron lo posible por ayudar.

En el colmo de la desvergüenza, Grisel se encontró con otra barrera tras la muerte de su padre: la imposibilidad de cremarlo debido a la falta de gas en el país, según le información en el hospital. En su desesperación, Grisel expresó su deseo de obtener las cenizas de su padre, y hasta ofreció pagar si era necesario. Este doloroso relato, compartido con un profundo sentido de impotencia y dolor, refleja el sistema de salud deteriorado y las condiciones paupérrimas que afectan a millones de cubanos.
Las imágenes que acompañan el testimonio de Grisel son impactantes, muestran el deterioro físico de su padre en una camilla, rodeado de equipos médicos obsoletos y en una sala desprovista de los recursos esenciales. Su historia es una denuncia viva contra un sistema que deja a los más vulnerables a su suerte, desprovistos de atención y dignidad. Grisel finaliza su publicación clamando justicia y exigiendo que la verdad de su tragedia sea conocida en el mundo, con la esperanza de que su voz y su dolor lleguen a aquellos que puedan hacer algo al respecto.
Esta es una de las tantas historias de sufrimiento y abandono que se viven en un país que, paradójicamente, se jacta de ser una «potencia médica». La realidad es otra, una que Grisel ha decidido exponer con valentía, impulsada por el dolor de una pérdida que siente como un asesinato, no como una muerte natural.







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