En un extenso mensaje publicado en Facebook, Félix Damián Millares Cuesta, exboxeador de Cienfuegos, ha dirigido una carta al presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, en la que expone su prolongada y desesperada lucha por obtener una vivienda digna tras perder su hogar a causa del huracán Dennis en 2005. Con 47 años, Millares denuncia que ha sido completamente ignorado por las autoridades a pesar de su historial como representante de Cuba en competencias internacionales.
En su carta, Millares expresa que desde su retiro forzoso del boxeo tras sufrir un nocaut en un combate contra Juan Hernández Sierra, su vida ha estado marcada por el abandono y la indiferencia gubernamental. A lo largo de los años, ha intentado repetidamente obtener una respuesta a su problema habitacional, reuniéndose con diversas figuras locales, como Mairelis Pernía, Félix Duarte y Alexander Quintero, sin obtener resultados concretos. A su juicio, todas estas gestiones han sido “por gusto” y llenas de “mentiras tras mentiras”.
Millares también relató cómo, en su desesperación, viajó a La Habana en enero de 2018, donde dio siete vueltas caminando alrededor de la Plaza de la Revolución, vestido con su uniforme de boxeador, con la esperanza de ser atendido. Esta acción la replicó en Cienfuegos, frente al Parque Martí, para intentar que los dirigentes de su provincia tomaran conciencia de su situación. Sin embargo, su acto fue respondido con la intervención de la Brigada Especial, que lo sacó del lugar a la fuerza.
En su relato, el exdeportista describe cómo fue arrestado nuevamente el 2 de marzo de 2024 cuando daba vueltas al Parque Martí, aludiendo a una fe personal y a la esperanza de que, como los muros de Jericó, sus problemas se derrumbaran ante su persistencia. Según Millares, los agentes de la policía lo trataron con violencia, llevándolo a una patrulla “como si fuese un saco de papa” y jorobándole el brazo izquierdo a pesar de advertirles de su delicado estado físico. Estuvo detenido hasta el 6 de marzo y, tras ser liberado, se le impuso una especie de “arresto domiciliario”, limitando su movilidad y prohibiéndole salir de la provincia o del país.
“Soy un hombre de fe y no soy un opositor porque los que creen en Dios no se meten en la política”, señala Millares en su carta, subrayando que su único objetivo es recibir la ayuda prometida y confiar en que, con la fe, los corazones de los dirigentes puedan ablandarse.
Su mensaje concluye con una advertencia: si es necesario, está dispuesto a regresar a la Plaza de la Revolución para repetir su ritual de dar siete vueltas, reafirmando que su lucha no es política, sino una manifestación de fe y un clamor por justicia. Millares espera que, esta vez, su voz sea escuchada.







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