Desde su celda en la prisión de K9, el preso político cubano Ángel Jesús Veliz Marcano ha iniciado una huelga de hambre para exigir el respeto a los derechos de los prisioneros. Sin embargo, la decisión de someterse a esta medida extrema, lejos de ser un simple acto de protesta, conlleva una serie de torturas y privaciones que el régimen cubano aplica de forma sistemática contra quienes se declaran en huelga de hambre. Así lo explica Fidel Francisco Rangel Sánchez, ex preso político de la Isla de la Juventud, quien ha pasado por esa experiencia y relata lo que enfrenta Veliz Marcano.
Fidel Francisco Rangel Sánchez, desde su exilio en España, comparte su vivencia desde las prisiones de alta seguridad en Cuba, como el Combinado del Este y la prisión El Guayabo. Según él, el régimen no tarda en responder cuando un preso político inicia una huelga de hambre. «Al declarar la huelga, al otro día ya te consideran un indisciplinado y te trasladan a una celda de castigo», afirma. Estas celdas, conocidas como “las tapias”, son espacios oscuros, pequeños y diseñados para quebrar la voluntad de los huelguistas.
La tortura, según Rangel Sánchez, no tarda en intensificarse. “El primer día te dejan con un colchón, para ver si coges miedo y desistes. Pero después, si sigues, empiezan las verdaderas torturas”, relata. El prisionero es dejado sin ropa, en un ambiente infestado de excremento y orina, con un fuerte olor a amoníaco que irrita los ojos y los pulmones. El piso, irregular y áspero, junto a la cama de cemento, actúa como una lija que raspa la piel con cada movimiento.
Rangel Sánchez subraya que la Seguridad del Estado, específicamente la Sección 21, toma el control de la situación desde el inicio. Las órdenes que emiten a los guardias de la prisión son ejecutadas sin titubeos, sometiendo al prisionero a una vigilancia constante. “Ellos se cuelan por la madrugada, te golpean la puerta con un bastón para que no duermas, te mandan a fiscales falsos para intimidarte”, detalla. Estas tácticas tienen un objetivo claro: debilitar al huelguista física y psicológicamente hasta el límite.
La huelga de hambre, más allá del sufrimiento físico, es un acto de resistencia extrema. Rangel Sánchez describe cómo el cuerpo se va debilitando a medida que pasan los días, los mareos se vuelven constantes, y el huelguista pierde la capacidad de mantenerse en pie. «Yo terminé con la cara llena de sangre y cicatrices de tanto caerme», cuenta, señalando que la falta de alimento, el insomnio forzado y la tortura física transforman el cuerpo del huelguista en un campo de batalla.
En el caso de Ángel Jesús Veliz Marcano, que tiene apenas 30 años, Rangel Sánchez teme que las mismas torturas que él sufrió se repitan. Veliz Marcano está encarcelado no por cometer un delito violento, sino por exigir libertad y derechos para Cuba, algo que, según Rangel Sánchez, debería movilizar a la sociedad cubana en su apoyo. “Este muchacho no es un criminal; solo pide libertad por su pueblo, por sus niños, por su país. No podemos dejar que la dictadura lo destruya como hicieron con Orlando Zapata Tamayo en 2010, que murió en huelga de hambre”, advierte.
El testimonio de Rangel Sánchez sirve como un recordatorio de la difícil situación que enfrentan los presos políticos en Cuba cuando optan por la huelga de hambre como último recurso de protesta. Al relatar su experiencia, hace un llamado a la comunidad internacional y a todos los ex prisioneros políticos para que se movilicen en apoyo a Ángel Jesús Veliz Marcano y exijan su libertad. “Tenemos que salvarle la vida. No podemos permitir que se repita la historia de Orlando Zapata Tamayo. Viva Cuba libre, viva los derechos humanos”, concluye con firmeza.
El caso de Ángel Jesús Veliz Marcano y su huelga de hambre ponen de nuevo el foco sobre las brutales condiciones del sistema penitenciario cubano, que recurre a la tortura y a la represión para silenciar a quienes se atreven a alzar la voz. En medio de un ambiente de oscuridad y sufrimiento, la resistencia de los presos políticos se convierte en un grito que busca atravesar los muros de la prisión y resonar en el mundo exterior, pidiendo una sola cosa: la libertad.







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