Este 28 de septiembre, en un nuevo aniversario de la creación de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), la celebración en Guantánamo retrata el desánimo que recorre toda la isla. La imagen de un caldero sobre una fogata improvisada en medio de la calle, con apenas algunas personas al fondo, ilustra la desconexión entre la realidad cubana y los festejos oficiales.
En este CDR de Guantánamo, como en muchos otros rincones del país, las condiciones no acompañan: un apagón prolongado se cierne sobre la localidad, con cortes eléctricos que en algunas zonas han superado las 16 horas diarias. Sin electricidad, y con la escasez de alimentos y medicinas agravada, la población parece tener pocas razones para participar en las tradicionales actividades que conmemoran el aniversario de los CDR.
La calle semidesierta refleja el estado de ánimo de una ciudadanía cansada y frustrada por las carencias diarias. La falta de entusiasmo por las celebraciones oficiales ha quedado en evidencia, contrastando con años anteriores donde los CDR se jactaban de movilizar a los vecinos para compartir y participar en actividades colectivas.
Hoy, sin embargo, la escena parece encapsular el creciente descontento que reina en muchos sectores de la sociedad cubana. La imagen de las brasas en medio del asfalto, y una persona distraída con su teléfono móvil, parece simbolizar la disonancia entre los discursos oficiales y la vida cotidiana de millones de cubanos.
Las crisis energéticas, los problemas económicos y la represión política han erosionado el tejido social que los CDR decían representar. En el contexto actual, las celebraciones parecen un eco de tiempos pasados, ajenas a la realidad de las calles de Cuba, donde lo único constante es la incertidumbre y el desamparo.
Es una Cuba que celebra, pero no siente; que rememora, pero no comparte.







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