Cuba, la isla que una vez prometió ser un faro de igualdad y justicia social en América Latina, se encuentra hoy en una crisis profunda y multidimensional. Desde la década de los 90, tras la caída del bloque soviético, los cubanos han vivido una creciente precariedad económica, marcada por la escasez de alimentos, medicinas y otros bienes básicos. Pero lo que ahora parece un colapso completo del sistema es más que una simple crisis material: es una crisis de legitimidad, un colapso de expectativas, y un abismo entre el régimen y la sociedad civil.

El régimen cubano, liderado por el designado Miguel Díaz-Canel, continúa apostando por una retórica revolucionaria que ya no tiene eco en una población agotada por décadas de autoritarismo. Las recientes protestas en Cuba, como las del 11 de julio de 2021, mostraron algo claro: el pueblo cubano ha perdido el miedo, pero la represión sigue siendo brutal. En lugar de responder con reformas, el régimen ha intensificado la vigilancia, el control y las detenciones arbitrarias.

Pero, ¿qué puede hacer la sociedad civil para acabar con esta angustia que vive el pueblo cubano y llevar el cambio de sistema que tanto necesita el país?

La represión violenta en Cuba es una realidad profundamente arraigada, especialmente evidente en las protestas del 11 de julio de 2021, cuando el presidente designado, Miguel Díaz-Canel, dio la infame “orden de combate”. Esa jornada mostró el rostro más brutal del régimen, que no dudó en movilizar a sus partidarios con palos y barras de hierro para aplastar manifestaciones pacíficas. Esta respuesta agresiva deja claro que el régimen está dispuesto a mantenerse en el poder “a las buenas o a las malas”. Ante esta realidad, la pregunta clave es: ¿cómo puede la sociedad civil actuar frente a un régimen que responde con violencia ante cualquier forma de protesta pacífica?

Estrategias ante un régimen violento

La lucha no violenta, aunque enfrenta enormes desafíos en contextos donde el poder responde con represión brutal, sigue siendo una de las vías más eficaces para deslegitimar a los regímenes autoritarios. Sin embargo, en el caso de Cuba, esto requiere una combinación estratégica de elementos que han funcionado en otros contextos, adaptados a la realidad cubana:

1. Movilización organizada y descentralizada: Las protestas del 11 de julio fueron espontáneas y masivas, pero la espontaneidad puede ser fácilmente contenida cuando no existe una organización clara. Es crucial que los líderes de la sociedad civil, dentro y fuera de la isla, trabajen en la creación de estructuras descentralizadas que puedan coordinar acciones de protesta en diferentes regiones del país. La descentralización es clave para evitar que el régimen pueda focalizar la represión en un solo punto, y mantener el movimiento vivo a pesar de los intentos de sofocarlo.

2. Desobediencia civil no violenta: Aunque el régimen cubano responde con violencia, la desobediencia civil sigue siendo una estrategia efectiva. Boicots económicos, huelgas laborales, y la negativa a colaborar con las estructuras del Estado son formas de resistencia que pueden socavar el poder del régimen sin exponer de manera inmediata a los ciudadanos a la violencia física. Estas tácticas requieren de una gran organización y compromiso, pero su eficacia ha sido probada en muchos contextos.

3. Documentación y denuncia internacional: En un contexto donde la violencia estatal es la norma, la documentación de los abusos se vuelve un arma poderosa. Es fundamental que la sociedad civil, con el apoyo de la diáspora cubana, se asegure de que cada acto de represión sea documentado y compartido con la comunidad internacional. Organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch pueden ejercer presión externa, y el creciente acceso a Internet en la isla permite que estas violaciones de derechos humanos no queden en la sombra.

4. Crisis de lealtad interna: Uno de los factores que eventualmente derrumban a regímenes violentos es la división interna dentro de las fuerzas de seguridad y las estructuras de poder. La sociedad civil cubana, aunque con acceso limitado a estos grupos, puede trabajar para sembrar dudas en aquellos que sostienen al régimen. Esto se puede lograr a través de campañas que apelen a la conciencia de los militares y policías, destacando que están reprimiendo a sus propios compatriotas.

5. Solidaridad de la diáspora cubana: La diáspora cubana tiene un papel crucial en la lucha contra el régimen. Su capacidad para movilizar recursos, hacer presión internacional y brindar apoyo logístico y financiero a los movimientos dentro de Cuba no debe subestimarse. Además, la diáspora puede ayudar a amplificar la voz del pueblo cubano, que el régimen intenta silenciar. Es vital que los esfuerzos de los cubanos en el exterior estén alineados con los de la sociedad civil dentro del país, para maximizar el impacto de las acciones no violentas.

¿Por qué la lucha no violenta sigue siendo clave?

Frente a un régimen dispuesto a usar la violencia para mantenerse en el poder, es fácil pensar que la única opción es responder con la misma moneda. Sin embargo, la historia ha demostrado que, en contextos donde la represión es severa, las revueltas armadas tienden a provocar aún más sufrimiento para la población civil, y a menudo legitiman una mayor represión por parte del régimen. La lucha no violenta, aunque enfrenta una represión brutal, tiene la capacidad de atraer simpatía tanto dentro del país como en la comunidad internacional, y socavar la legitimidad del régimen a nivel mundial.

Además, la resistencia pacífica tiene un efecto psicológico profundo en las fuerzas represivas del régimen. A lo largo de la historia, hemos visto que los regímenes autoritarios dependen de la lealtad de sus fuerzas de seguridad, pero cuando estas fuerzas se ven obligadas a reprimir a una población que resiste de manera pacífica, muchas veces empiezan a cuestionar su lealtad. Los actos de represión, especialmente cuando son violentamente desproporcionados, debilitan el apoyo interno y crean fisuras dentro del aparato de poder.

El poder del desgaste

El régimen cubano ha sobrevivido en parte porque ha logrado desgastar a su oposición, pero también porque ha utilizado la violencia como una herramienta para sembrar el miedo. Sin embargo, la resistencia no violenta tiene el potencial de revertir este ciclo. La clave es que el desgaste debe pasar del lado de la oposición al lado del régimen. Mantener una presión constante mediante protestas organizadas, acciones de desobediencia civil, y una narrativa clara que exponga las injusticias del sistema, puede erosionar gradualmente la base de poder del régimen.

La violencia del régimen cubano no debe ser subestimada, pero tampoco debe paralizar a la sociedad civil. Los cubanos enfrentan un régimen que ha demostrado estar dispuesto a mantenerse en el poder a cualquier costo, pero la historia está del lado de aquellos que luchan por la libertad y los derechos humanos. A través de la organización, la desobediencia civil y la solidaridad, tanto interna como externa, la sociedad cubana tiene el poder de forjar un cambio. La lucha será difícil, pero no imposible, y la clave está en la resistencia estratégica y en no perder la esperanza en la capacidad colectiva para lograr un futuro mejor.

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