La madrugada del 18 de septiembre de 2024, Bayamo, capital de la provincia Granma, sufrió otro apagón prolongado, una constante en la vida de los cubanos. Las imágenes capturadas desde el edificio conocido como el «18 plantas» ofrecen un crudo testimonio de lo que significa vivir en la oscuridad durante estas interrupciones que se extienden por horas. Desde las 12 de la noche hasta las 10 de la mañana, la ciudad estuvo sumida en una penumbra casi total.

Las fotografías, tomadas desde las alturas del edificio, muestran cómo las pocas luces del público iluminado que funcionaban apenas lograban iluminar la vasta oscuridad que envolvía la ciudad. El contraste entre el asfalto tenuemente iluminado y el horizonte apenas visible al amanecer es un reflejo de la desconexión que padecen los ciudadanos ante la falta de electricidad. A medida que el sol empezaba a salir, las tonalidades rojas y violetas en el cielo pintaban una escena de aparente calma, pero que oculta la dura realidad que atraviesan los habitantes.

Estos apagones, que afectan tanto a la vida cotidiana como a la economía de las regiones, son cada vez más frecuentes y prolongadas. En áreas como Bayamo, los cortes de energía paralizan actividades esenciales. Sin electricidad, la refrigeración de alimentos se vuelve un reto, las comunicaciones se cortan y el acceso al agua se complica, ya que las bombas eléctricas no funcionan.

El régimen cubano atribuye esta crisis a problemas de mantenimiento en las plantas eléctricas, la falta de combustible y las sanciones internacionales. Sin embargo, la paciencia de la población está llegando al límite. Las horas largas sin electricidad obligan a las personas a buscar soluciones alternativas, como el uso de generadores que no todos pueden costar.

La indignación de la población crece con cada apagón. Las promesas de mejora por parte de las autoridades no se ven reflejadas en la realidad diaria, y la falta de información clara sobre cuándo se restaurará el servicio eléctrico aumenta la frustración. Los ciudadanos sienten que sus necesidades básicas son ignoradas, mientras enfrentan cada vez más dificultades para sobrellevar una crisis que afecta todos los aspectos de su vida. La indignación es palpable, y la demanda de una solución definitiva a este problema se hace más fuerte con cada día que pasa sin luz.

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