En una escena que parece sacada de un pasado distante, pero que refleja la cruda realidad actual en Cuba, un fallecido en el municipio de Jaruco, provincia de Mayabeque, fue trasladado desde la funeraria hasta el cementerio en un carro de caballos. Este hecho, que ha generado conmoción y un profundo malestar entre los residentes locales, pone en evidencia la grave crisis que atraviesa el país, donde ya ni siquiera se respeta la dignidad de los muertos.

La familia del difunto, enfrentada a la ausencia de un carro fúnebre, se vio obligada a recurrir a este método improvisado y anacrónico para llevar a su ser querido a su última morada. Este incidente, que ocurrió el 19 de agosto, es solo uno más en una serie de eventos similares que han tenido lugar en diversas provincias del país, reflejando la alarmante decadencia de los servicios funerarios en Cuba.

La escasez de recursos en el país ha alcanzado un punto crítico, afectando todos los aspectos de la vida cotidiana, desde la disponibilidad de alimentos y medicamentos hasta la provisión de servicios básicos, como el transporte fúnebre. En este contexto, los carros fúnebres, que deben ser un recurso garantizado para cualquier fallecido, se han convertido en una rareza, dejando a las familias en situaciones desesperadas y obligándolas a buscar alternativas indignas y dolorosas.

Las imágenes y relatos de este tipo de sucesos no solo han conmovido a la población, sino que también han provocado una ola de indignación en las redes sociales y entre los habitantes del país, que ven en estos hechos una muestra más de la profunda crisis que afecta a Cuba. «Ya no se respeta ni a los muertos», comentó un residente de Jaruco, reflejando el sentimiento generalizado de impotencia y frustración.

Este no es un hecho aislado. En los últimos meses, se han reportado varios casos similares en otras regiones de la isla, donde las familias se ven forzadas a transportar a sus fallecidos en vehículos improvisados ​​o incluso a pie, ante la falta de carros fúnebres y la inoperancia de las autoridades. Estos eventos no solo denotan una crisis de recursos, sino también una crisis de valores, donde la dignidad humana parece haber sido relegada a un segundo plano.

La situación ha generado un llamado urgente a las autoridades para que tomen medidas inmediatas que garanticen el respeto y la dignidad de los fallecidos y sus familias. Sin embargo, la realidad muestra que mientras la crisis económica y social en Cuba persista, estas escenas tristes podrían continuar repitiéndose, dejando una marca imborrable en la memoria colectiva del país.

Este episodio, que para muchos cubanos representa la cúspide de la degradación de los servicios públicos, subraya la urgencia de un cambio estructural en el manejo de los recursos y en la atención a las necesidades más básicas de la población. En un país donde la muerte siempre ha sido un momento de respeto y solemnidad, la actual crisis funeraria es un recordatorio doloroso de cómo la vida en Cuba ha cambiado para peor.

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