En las calles de Cuba, donde la vida cotidiana a menudo se enfrenta a duras realidades, a veces emergen gestos de humanidad que nos recuerdan la importancia de la solidaridad. Este fue el caso de Mayrelis Ramos Rivero, una madre cubana, que compartió recientemente su experiencia en el grupo de Facebook «Madres Cubanas por un Mundo Mejor», revelando un acto de bondad que tocó profundamente a quienes leyeron su historia.
Todo comenzó cuando Mayrelis salió a comprar algunos plátanos y un aguacate para el almuerzo. Al doblar la esquina de su casa, se encontró con una escena que la dejó marcada: un hombre mayor, visiblemente desamparado, estaba comiendo lo que parecía haber recogido de un contenedor de basura. La imagen del hombre, cuya fragilidad era evidente en su delgado cuerpo y cabello encanecido, la acompañó hasta su regreso a casa.
Mayrelis cuenta que, aunque terminó de preparar el almuerzo, no podía dejar de pensar en aquel hombre. «Me partía el alma verlo así», escribió en su publicación. Fue entonces cuando decidió que no podía ignorar lo que había presenciado. Con el corazón en la mano, tomó un plato de comida y un poco de agua, y junto con su hijo mayor, salió nuevamente a buscar al hombre.
Cuando lo encontró, el hombre estaba sentado en el suelo, descansando sobre un pedazo de cartón. Mayrelis le ofreció la comida, un gesto que, aunque sencillo, tuvo un impacto significativo. El hombre aceptó el plato con sorpresa y gratitud, y comenzó a comer lentamente, visiblemente conmovido por la inesperada bondad.
«Me sentí aliviada al llevarle algo, pero también una tristeza enorme al saber que hay personas que viven así», comentó Mayrelis en su declaración. Su historia no solo refleja su compasión, sino también la dura realidad que enfrentan muchos cubanos, especialmente los más vulnerables.

Las imágenes que acompañan la publicación muestran al hombre descansando en un callejón, rodeado de poco más que una botella de agua y una bolsa plástica. Luego, se le ve comiendo del plato que Mayrelis le llevó, concentrado en cada bocado mientras su entorno refleja la dureza de su vida diaria.
El relato de Mayrelis ha resonado en la comunidad, recordándonos a todos la importancia de la empatía y la acción solidaria en tiempos de necesidad. Su gesto, aunque pequeño, es un poderoso recordatorio de que todos podemos hacer algo para ayudar a quienes nos rodean.
En un país donde el régimen asegura que la revolución no abandona a sus hijos, la realidad que enfrentan muchos cubanos, como el anciano desamparado que encontró Mayrelis, pinta un cuadro muy diferente. A pesar de las promesas de un sistema que se dice protector, cada día más personas caen en el olvido, enfrentando la dura realidad de la calle sin recursos ni apoyo. El gesto de Mayrelis no solo es un acto de bondad, sino también un llamado silencioso a la reflexión sobre las fallas de un régimen que proclama justicia social, mientras muchos de sus ciudadanos luchan por sobrevivir en condiciones indignas. Su historia es un poderoso recordatorio de que, ante las grandes injusticias y las promesas incumplidas, la humanidad y la solidaridad individual son a menudo las últimas líneas de defensa.







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