En Bayamo, hace poco más de un año, una publicación desesperada en las redes sociales revelaba la difícil situación de una anciana residente en la zona. En ese momento, la esperanza residía en la posibilidad de que las autoridades municipales tomaran cartas en el asunto y brindaran el apoyo necesario. Sin embargo, lamentablemente, la ayuda nunca llegó.

A pesar de las súplicas dirigidas al Presidente del Gobierno Municipal, la antigua secretaria del partido provincial, la directora municipal de vivienda y otros funcionarios, la respuesta fue desalentadora. Se argumentó falta de recursos para incluso proporcionar un modesto techito de yagua, una solución que habría marcado la

diferencia para esta anciana desamparada.

Trágicamente, la predicción de un desastre se hizo realidad en las primeras horas de la madrugada reciente. El techo de su humilde morada colapsó sobre ella, dejándola con heridas en la cabeza que requirieron puntos de sutura. A pesar de la correcta actuación de la delegada, que informó el incidente a las instancias pertinentes, la ayuda no llegó.

La directora municipal de vivienda prometió enviar técnicos para evaluar la situación, pero hasta ahora, su promesa no se ha materializado. Esta negligencia es una muestra más de la falta de valor que se le otorga a las personas mayores en la sociedad. ¿Hasta cuándo estas injusticias seguirán pasando desapercibidas?

Es evidente que existe una disparidad abrumadora entre la vida lujosa de los dirigentes y la realidad de aquellos que luchan por sobrevivir día a día. Mientras tanto, el discurso oficial culpa al bloqueo externo, ignorando el bloqueo interno que sufre la población.

La anciana afectada no busca lujos, solo el apoyo mínimo para vivir con dignidad. A pesar de los esfuerzos de su sobrina por ayudarla, el gobierno no ha brindado ningún tipo de asistencia. ¿Acaso las autoridades no tienen familia? ¿Dónde está la compasión y la empatía hacia aquellos que más lo necesitan?

Esta historia es un recordatorio urgente de que la verdadera riqueza de una sociedad se mide por cómo trata a sus miembros más vulnerables. Es hora de que se priorice el bienestar de las personas sobre los intereses políticos y económicos.

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